En una habitación oscura y lúgubre, iluminada solo por velas parpadeantes, Lylo se preparaba para llevar a cabo el ritual de traspaso de lazos de mates. El ambiente estaba cargado con un aire pesado y denso, lleno del olor a cera derretida y hierbas quemadas. En un rincón de la habitación, unos cuantos humanos yacían desmayados, sus cuerpos inertes eran un recordatorio inquietante de lo que estaba por suceder. Lylo se movía con precisión y frialdad, preparando cada detalle del ritual mientras Bastian permanecía amordazado y encadenado a la cama.
Bastian despertó con un sobresalto, sus ojos se abrieron de par en par al ver el espectáculo macabro a su alrededor. Trató de moverse, pero las cadenas lo mantenían firmemente sujeto. Su corazón latía con fuerza, el pánico se apoderaba de él al ver a los humanos inconscientes en el suelo y a la misteriosa mujer rubia que se movía con determinación. Quiso gritar, pero la mordaza ahogaba sus palabras, dejándolo impotente y aterrorizado.
Lylo, co