Derek
Yolanda ha estado triste desde que salimos del aeropuerto, pero vi un poco de tranquilidad en su mirada cuando dije que teníamos que hablar. A cada paso que doy tras ella, lucho con mis nervios como un chiquillo en su primera cita, tratando de poner mi mente en blanco y pensar a donde está yendo nuestra relación, porque a pesar de que dije que lo nuestro se terminaba, aún es la mujer con la que sueño casarme; sigue siendo la dueña de mis pensamientos. Y si esto tiene que terminar, sin duda sufriré el segundo dolor más grande en mi vida.
Cruzamos un estrecho corredor que nos llevó a un hermoso jardín con una piscina grande muy bien cuidada. Nos acercamos a una banca detrás de unos pequeños rosales a unos metros de la alberca. Tomamos asiento evitando mirarnos, la incomodidad es evidente, ninguno de los dos quiere romper el hielo de la indiferencia. Pasamos uno