Palabras, ¿de despedida?
Tal como habían acordado, Ashal acompañó a sus hermanos hasta la frontera sur. Fueron escoltados por Marion y los dos soldados desertores del ejército del Norte, Carsen y Gedeón. Como ellos habían mencionado, a unos kilómetros antes de llegar a la frontera se toparon con soldados de Adolf Dunesque, quienes al identificar a sus compañeros, les dieron el paso sin tomarse la molestia en revisar el vehículo.

Cuando retomaron marcha, Hina murmuró un tanto aliviada.

—Por lo menos esos idiotas están de nuestro lado.

El emperador frunció el ceño y respondió.

—Eso parece. Aún no me fío de ellos. Por lo menos está Marion, en caso de que esos idiotas quieran tendernos una trampa.

—¡Ah! Solo espero que lleguemos pronto a la frontera sur y nos concedan el asilo —añadió Hina con ansias.

En esto, Adeline preguntó tímidamente.

—¿Quién dirige el país del sur? ¿Es un aliado?

A lo cual, Ashal suspiró y comenzó a explicar perezosamente.

—El rey Adal Pesol es el gobernante del reino de Bulgania.
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