Marion frunció el ceño de extrañeza al escuchar que la emperatriz planeaba invocar a una deidad, que se quedó sin palabras. Adeline notó su contrariedad y respondió con sinceridad.
—Sé que jamás habías escuchado sobre eso, pero…
—Majestad —la interrumpió—, espero que no lo tome a mal, pero dudo mucho que podamos conseguir algo de un templo en ruinas.
Esta observación sacudió un poco a Adeline, que luego de voltear hacia el edificio que tenía detrás, pudo notar a qué se refería su escolta.
—¡Vaya! ¿Cuántos años lleva abandonado este lugar? Parece que pasó más de un siglo —señaló bastante impresionada.
El comandante Solep meditó un poco y luego comenzó a relatar.
—Según recuerdo, hace unos cinco años, cuando los sacerdotes desaparecieron, la gente comenzó a volverse atea, así que dejaron de frecuentar los templos y ofrecer ofrendas a las diversas deidades.
—¿Eso fue lo que sucedió? —exclamó Adeline consternada.
—Sí, incluso cuando comenzó la Guerra de los Mil Días —continuó expli