El dolor en el pecho hizo que Adeline despertara. Confundida, lentamente se incorporó para reconocer su entorno. Cuando su visión se volvió más clara, notó que se encontraba en una habitación desconocida, pero lo bastante cómoda e iluminada.—¿Dónde estoy? —murmuró.En ese momento entró una mujer con ropas sencillas, quien al ver a la emperatriz levantada, se apresuró y dijo preocupada.—¡Majestad! ¡Ya está despierta! ¿Cómo se siente? ¿Le duele algo? ¿Quiere que llame al médico?Tantas preguntas aturdieron bastante a la joven, que apenas pudo responder:—Eh, bueno… yo me siento bien… creo.La mujer, no convencida con esta respuesta, volvió a insistir.—¿En serio se siente bien? ¿No le duele la herida?Cuando la señora señaló esto, Adeline se llevó la mano al pecho y el dolor le recordó lo sucedido durante la crisis en Tirón.—¿Cuánto dormí? —preguntó repentinamente.—¡Oh! Bueno, estuvo inconsciente toda la noche, hasta ahora —contestó la diligente mujer. —¿Qué ocurrió con los soldado
Adeline casi se fue de espaldas al enterarse de que Ashal se encontraba enfermo y en su mente retumbaron las palabras de la Deidad Suprema: “fue hasta él para atacarlo directamente, quitándole su energía vital para que muera lentamente”.Sumamente consternada, Adeline exclamó al tiempo que se levantaba rápidamente de la cama.—¡Necesito ver a Ashal!Al ver que la emperatriz hacía esto, Marion intentó detenerla.—¿Qué es lo que piensa hacer, Majestad? Usted necesita quedarse aquí para que termine su recuperación.—¡No puedo! Ashal está en peligro y tengo que estar con él en este momento —insistió la desesperada mujer.Mientras forcejeaban, la sirvienta, que había llegado antes a atender a Adeline, preguntó sorprendida.—¿Qué está sucediendo?Marion se distrajo con la intromisión, oportunidad que fue aprovechada por Adeline, que empujó a su guardián para dirigirse hacia la mujer que acababa de entrar.—Ayúdame a vestirme, tengo que salir ahora mismo.La mujer la miró confundida, pero an
“Fui maldecido por Dios”.Mientras se dirigían al río en un vehículo para ir en busca de Julius Zenitty, Damien le daba vueltas a la charla que había tenido minutos atrás con Ashal. Aunque este no había sido claro sobre esa supuesta maldición, en el fondo sentía que él era la causa por la cual su medio hermano se encontrara en esa condición.Azabach, que no era indiferente al silencio de Damien, se atrevió a preguntar.—Damien, ¿hay algún problema? Desde que nos despedimos del emperador, no has dicho nada en todo el camino.La voz de Azabach hizo que Damien volviera en sí y respondiera vagamente:—¡Ah! No es nada.Sin creer en tales palabras, la joven nómada cuestionó de nuevo.—¡Qué dices! Si hace un momento parecías bastante ansioso al enterarte de que la enfermedad del emperador Ashal era degenerativa.Al sentirse descubierto, Damien aclaró la garganta y dijo seriamente.—No quiero hablar más de eso, primero enfoquémonos en encontrar a tu padre.—¡No desvíes el tema! —reclamó la jo
—¡El emperador ha entrado en paro! —gritó un soldado, que ingresó intempestivamente al despacho donde se encontraba Gérard trabajando con sus subalternos.Al escuchar esto, el asistente del emperador soltó los documentos que tenía en la mano y preguntó con incredulidad.—¿Qué acabas de decir?El soldado se acercó rápidamente y, entregando una nota, comenzó a explicar.—La clínica envió un mensaje urgente para avisar que el emperador Ashal entró en paro y ahora mismo lo están operando de emergencia. Aun sin poder creer lo que acababa de escuchar, Gérard se desplomó en su asiento y, llevándose la mano a la frente, balbuceó.—No… no puede ser…—Además —continuó el soldado exponiendo—, nos reportan que el ex general Chevalier, quien se suponía estaba inmovilizado, desapareció de su habitación y el personal del hospital no sabe cómo es que ocurrió esto.Bunger alzó el rostro y, mirando con estupefacción a su interlocutor, preguntó:—Damien…. ¿Desapareció de la clínica?—Así es. Según nos
Sumamente confundido, Ashal se incorporó lentamente para intentar recordar el sueño que había tenido.—Acaso eso fue… ¿Una visión?Mientras analizaba las palabras que Adeline había pronunciado en ese extraño sueño, Gérard entró a la habitación y, al ver a su amigo despierto, se acercó presuroso.—¡Ashal! ¡Al fin despertaste! —exclamó entre lágrimas.Cuando su amigo lo abrazó, Ashal se apartó rápidamente, incómodo por el afectuoso gesto.—¡Oye! ¡Quítate que me asfixias!—¡Ey! ¿Por qué eres tan insensible? ¿Acaso no aprecias a tu amigo que estuvo preocupado porque llevabas días sin despertar? —se quejó Gérard, haciendo gesto de puchero.Cuando su amigo mencionó esto, Ashal le preguntó extrañado.—¿Qué dijiste? ¿Cuánto tiempo llevo dormido? ¡No! Mejor dicho, ¿qué me pasó?Al ver el asombro del emperador, Gérard recuperó la compostura y respondió diligentemente.—Bueno, sufriste un paro y tuvieron que operarte de emergencia. Sin embargo, debido a que estuviste a punto de morir en el proce
Cuando reconoció la voz, Adeline se levantó de golpe y dirigió su mirada hacia donde se encontraba esa persona. Incrédula de tener a Ashal frente a ella, balbuceó.—Tú… tú… tú… ¿Por qué estás aquí? A Ashal no le agradó este recibimiento, así que se acercó peligrosamente y respondió.—Estoy aquí para llevarme a mi esposa a casa.Sintiéndose acorralada, Adeline dio unos pasos atrás, en un intento por escapar de las garras de ese peligroso hombre, y balbuceó.—¿Qué? ¿De qué estás hablando?Sin embargo, Ashal fue más rápido y, atrapando las frágiles muñecas de su esposa contra la pared, cuestionó con fiereza.—¿Quién te crees para abandonar al gran Ashal Dunesque?La mirada filosa de su marido estremeció a Adeline, que por un momento dudó en enfrentársele. Sin embargo, recobró el valor al recordar su misión y replicó con dignidad:—Majestad, ¿qué actitud es esa contra la sacerdotisa de este templo? ¡Suélteme o recibirá el castigo divino!Impactado por la actitud osada su esposa, Ashal af
—Y por el poder que me confiere el imperio Mont Risto, los declaro marido y mujer. Cuando escuchó esto, Adeline parpadeó aturdida. Antes de preguntarse qué acababa de pasar, se estremeció al ver frente a ella al imponente Ashal Dunesque. «¿Qué m****a? ¿Esto es un sueño? ¿Cómo es que estoy aquí?», se preguntó mentalmente, pero antes de poder hablar, el fornido hombre se acercó para "consumar" la unión con un beso gentil. Adeline se congeló ante este repentino gesto y volvió en sí cuando el juez dijo de repente: —Bien, celebremos por este nuevo matrimonio. En ese momento los presentes estallaron de júbilo, lo que sorprendió bastante a Adeline, que seguía perturbada con lo que estaba pasando frente a ella. «¡Un momento! ¿Acaso esto no lo vi antes en... una novela?», pensó y al instante vinieron a su mente recuerdos de su pasado. Ella era una mujer treintañera, de nombre Mercy Brown, que trabajaba como editora de un periódico. Debido a que todo su tiempo era consumido por la compañí
Los presentes dirigieron su atención hacia el fondo del salón, donde estaba una joven de unos 18 años, tez apiñonada y ojos claros como un felino. Ella lucía realmente furiosa, y cuando atrajo la atención de todos, dio enormes zancadas hasta que llegó frente a Ashal. —¿Estás presumiendo que te libraste de mí? El frío hombre alzó una ceja de desconcierto y respondió. —¿Qué dices? —¿Ahora te haces el desentendido? ¡Todo este tiempo me usaste para satisfacer tus bajos instintos y luego me tiraste como basura, solo para casarte con esa desabrida! —señaló desdeñosa a Adeline. Sorprendida por la intromisión de la antagonista, la joven pensó distraída: «¡Cielos! Jamás imaginé que Geraldine sea tan preciosa, en la novela no hacen justicia a su belleza». En tanto, Ashal cruzó los brazos y volvió a hablar con frialdad. —¿Por qué pensaste que lo nuestro era verdadero? Si mal no recuerdo, tú misma te ofreciste a convertirte en mi concubina, jamás te prometí que serías mi esposa. Tal respu