Que se siente

Mauricio

Luego de un importante congreso donde el tema principal fue la depresión, y del gran reconocimiento que me hicieron por ser unos de los mejores psicólogos del país, lo que menos me esperaba es que la vida me siguiera sorprendiendo.

— ¿Me puedes explicar qué es lo que vamos hacer a esa universidad Daniel? —pregunto mientras conduzco el auto.

—Hace un par de noches conocí a una mujer hermosísima, la invite a salir y acorde en recogerla hoy, después de sus clases —comenta Daniel que es todo un aventurero.

—Y que pitos toco ahí, no es más fácil que la busques tú, solo  —contesto un poco molesto.

—Ya sé lo que estás pensando, pero de violinista no te vas a quedar, la chica se me puso un poco difícil y la única condición que me dio, es que aceptaba mi salida pero si llevaba una amiga, y ahí es donde tu entras en acción —me lo dice tan tranquilo.

— ¡No! Definitivamente no, a mí no me vas a meter en tus líos, acabo de salir de una relación bien toxica para entrar en otra —le aclaro.

—A ver mi estimado colega, nadie te está diciendo que te cuadres, solo la vas a entretener un rato, mientras yo me pierdo con mi 90, 60,90, y así quedamos todos felices —me informa.

Es un loco, de eso no tengo dudas, pero si ella le interesa yo lo apoyare, y no sé si es un juego del destino o simplemente una casualidad, pero al llegar a la universidad, detengo mi auto por unos segundos, mientras Daniel va en busca de su chica, no es mucho el tiempo que transcurre cuando señala que abra la puerta, me apresuro hacerlo, de repente noto que una de las mujeres que lo acompaña es Gabriela mi paciente.

—Mauricio te presento a Carla, la chica de la que tanto te he hablado, y Gabriela su amiga —dice Daniel pero en estos momentos estoy en shock.

—Doctor Mauricio, pero mira nada más como es el mundo tan pequeño —responde sorprendida.

— ¿Se conocen? —pregunta Daniel.

—Si… es el psicólogo de amiga Gabriela —le responde Carla mientras él me observa un poco incomodo.

—Y ¿Tienen algún inconveniente? O sigue en pie la salida —exclama mirándonos a Gabriela y a mí.

—Por mí no hay problema —contesta Gabriela.

Tratar de evadir esta situación sería una completa inmadurez, por eso agradezco al cielo que Gaby haya dicho que sí, total que de malo habría, solo seriamos un par de amigos hablando en otro lugar, que no es el consultorio —me digo y conduzco con dirección al restaurante.

—Llegamos —me informa Daniel, inmediatamente nos bajamos del auto he ingresamos al restaurante con vista a la playa, donde tenemos reservada una mesa para cuatro —Gracias —le respondo al mesero que nos da la carta del menú, y luego se retira.

—Mauricio Gabriela yo les pido un permiso, me voy a robar por unos minutos a esta preciosura —contesta levantándose de la mesa ¿pero porque Daniel me hace esto? El sabe que no me siento agusto con esta situación.

— ¿Cómo te vas a ir? —exclamo con incomodidad.

—Solo serán unos minutos —vayan ordenando por nosotros —nos dice, da la vuelta y se aleja con Carla,  dejándome a solas con Gabriela quien me hace sentir un poco extraño y todavía no entiendo porque, nuestras miradas se cruzan y por un instante el silencio invade nuestra mesa.

—Parece que nos han dejado solos —cuestiono mientras miro el reloj que traigo puesto en mi brazo izquierdo.

—Se que arruine tus planes —comenta de forma directa que quedo sorprendido.

—Nooo como crees mi Gaby, yo no tenía ni idea, que pararía en este almuerzo, después de ese congreso —le explico.

—Me imagino que estás acostumbrado hacerle, este tipo de favores a tu amigo ¿verdad? —me dice sin anestesia.

—Tú haces lo mismo ¡no! –presiono mirándola detenidamente abriendo paso a una batalla campal.

—Fíjate ¡que no! Vine porque Carla insistió —confiesa y no sé porque razón no le creo.

—¡Claro! ya se me hacia extraño que una mujer con tus antecedentes fuera tan… y no he terminado de pronunciar la palabra cuando ella se levanta de la mesa con intenciones de retirarse, rápidamente me doy cuenta de mi error, la tomo por el brazo hasta bajar a sus manos que para ese momento están completamente heladas.

—Perdóname —le suplico invitándola a tomar su puesto.

—Está bien, solo espero que no se vuelva a repetir, es muy intimidante tratar contigo de esta forma –me explica y la comprendo porque yo estoy en las mismas.

—Lo sé., para mí tampoco es fácil soy tu psicólogo y por ende solo veo a mis pacientes en el consultorio —le dejo saber.

—Bueno tendremos que culpara a la vida, por haber reunido a nuestros amigos — dice y sonríe.

—También, por reunirnos a nosotros —le hago entender. Ella me mira, mientras hecha su larga cabellera roja para un lado de sus hombros, y pregunta.

—Tu novia no se molesta ¿Por qué andas rodeado de tantas mujeres? Lo digo por tu trabajo.

—Por dentro quiero reírme a carcajadas  pero me las aguanto —no tengo novia –digo y continuo. —tú ¿tienes novio? Gabriela voltea su rostro y contesta.

—Mauricio yo no sé lo que se siente tener un novio, jamás he permitido que ningún hombre se me acerque, ni mucho menos que me tenga en sus brazos, tú has sido el único que ha llegado tan lejos porque eres mi psicólogo —me explica y muero de ternura.

—Sabes espero que cuando te enamores, te amen tanto como tú te lo mereces y te enseñen las cosas más bonitas que tiene el amor, como lo son las caricias y los besos —confieso y vuelve a mirarme de forma especial.

— ¿Y qué se siente cuando alguien te besa? –pregunta bajito.

— ¡No! cómo crees que te voy a contestar eso aquí —le aclaro porque estamos en un restaurante.

—Mauricio anda, no seas malito, una vez me dijiste que eras mi amigo y este es un tema que no he tratado con nadie, solo contigo por favor –insiste.

—Está bien solo acércate un poco, —digo y ella accede— cuando besas alguien sientes con detalle a la otra persona, sientes como su aliento endulza tu boca, como su respiración se enlaza con la tuya, como sus manos tocan tu rostro, haciendo que tu corazón lata más fuerte, a tal punto que la adrenalina se te dispara dejándote deseosa de mas.

—Gabriela observa mis labios como una niña curiosa y medio sonríe —debe ser bonito sentir todo eso, pero a la vez da mucho miedo –se expresa.

—Cuando encuentras a la persona indicada todos esos miedos desaparecen hasta dejarte llevar —le susurro pero mis palabras la han hecho sentir incómoda.

—Carla y Daniel se están tardando mucho —dice intentando cambiar el tema tomando distancia.

—Cuando no quieras seguir hablando de algo que te incomoda solo dime, que te comprenderé –le hago saber y entiende. Mientras esperamos a nuestros amigos y ordenamos el menú para los cuatro.

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