7. HERIDA DE MUERTE
Mientras tanto, el señor César López, que no hacía nada, se había acostado. Después de la llamada de Sofía avisando que su padre estaba en el lecho de muerte, salió corriendo dando voces a su guardia de seguridad personal.
—Fenicio, Fenicio, despierta —lo llamaba con urgencia, él no se movía a ningún lugar sin él. —¡Rápido, rápido! ¡Tenemos que ir al aeropuerto ya!
El guardaespaldas, sobresaltado por los gritos, se montó rápidamente en el auto y salieron a toda velocidad hacia el aeropuerto.
—¿Qué sucede César? —preguntó Fenicio en lo que ya conducía a toda velocidad hacia el aeropuerto.
—Es papá —dijo marcando en su teléfono. —Mamá llamó a Sofía porque no le contesté y dijo que estaba muriendo.
—¿Estás seguro? —preguntó Fenicio acelerando aún más.
Durante el camino, el señor López no dejaba de pensar en su padre y en llegar a tiempo para despedirse. Estaba angustiado, hacía meses que no lo visitaba por sus constantes viajes de negocios. Se reprochaba no haber estado más pendi