55. EL ASECHO
Se acercó a él y lo levantó en sus brazos, cubriéndolo de besos y abrazos. Javier rió y gorgoteó, disfrutando de la atención de su madre. En ese momento, todas las preocupaciones de Sofía parecieron desvanecerse. No importaba lo que estuviera pasando en su vida, siempre podía encontrar consuelo en los brazos de su hijo.
Mientras tanto, en el vestíbulo del edificio, la pareja que había salido del elevador miró alrededor con cautela. Observaron a los guardias de López en la esquina y luego se dirigieron hacia el portero.
—Buenas tardes —dijo el hombre con una sonrisa amigable—. Tenemos una entrega para la señorita Sofía.
Joaquín frunció el ceño, mirando a la pareja con sospecha. No les reconocía y algo en su instinto le decía que no eran de fiar.
—¿De parte de quién? —preguntó, manteniendo su tono neutral.
—De su novio —contestó de inmediato.
Joaquín se quedó pensativo, sin estar seguro de qué hacer. La situación era extraña y no quería poner en riesgo a Sofía. Pero tampoco quería