40. MATÍAS
Matía miró su reloj, eran pasadas las doce de la noche. Volvió a mirar como se alejaba demasiado para su gusto, ante la mirada de rufianes que la miraban con deseo, y avanzó despacio detrás de ella. No quería que sintiera que invadía su privacidad. Con su mirada buscó a Fenicio que asintió y la siguió más de cerca.
Sofía todavía con todas las emociones y sensaciones que le había provocado su primer beso, se alejaba presurosa en busca de un lugar donde pudiera escuchar lo que le decía la señora Lucrecia. Y mientras lo hacía, pensaba que era viernes, y que había estado a punto de ser una más en la larga lista de mujeres del señor López.
Si lo sabría ella, lo extensa de esa lista, que era la que arreglaba las citas y se encargaba de mandar los regalos de despedida al otro día. Y de liar con todas las que creían que por dormir una noche con él, ya eran sus novias.
Aunque pensándolo mejor, él se había detenido hacía un tiempo, para ser exactos, desde que durmieron juntos. ¿Será ve