277. VIVE PARA MÍ
El joven Lord Hanriet, quien en otro tiempo caminaba con un aire de arrogancia y autoconfianza, era ahora una sombra de aquel esplendor. El veneno no solo había atacado su cuerpo, sino que también había consumido el espíritu que una vez lo hizo brillar entre la nobleza. Su figura, antes imponente y gallarda, se había transformado en un espectro de debilidad y vulnerabilidad.
El veneno había sido cruel en su eficacia, dejando su estómago y su salud en ruinas. Las ropas finamente confeccionadas que antes delineaban una figura robusta y atlética ahora colgaban sobre un cuerpo consumido por la enfermedad. Cada movimiento era un recordatorio de su fragilidad, cada gesto un esfuerzo titánico contra el dolor que lo acosaba sin descanso.
Sus ojos azules, antes chispeantes y vivaces, ahora habían perdido su brillo, opacados por el sufrimiento y la fatiga. La piel que los rodeaba estaba tensa y pálida, marcada por las sombras de las ojeras profundas. Su tez, que antes hablaba de salud y vit