178. CONTINUACIÓN DEL GRAN SECRETO DE JAVIER
Y al día siguiente, cuando te vi caminar hacia mí en el altar, tu belleza eclipsaba incluso tu evidente tristeza. Tus ojos estaban rojos e hinchados por el llanto, pero aún así eras la mujer más hermosa que jamás había visto. En ese momento, no tuve el valor para dejarte ir. Y por eso, mi amor, te pido perdón.
Sé que debí liberarte, lo comprendo ahora con una claridad desgarradora. Cuando descubrí el plan maquiavélico que mi padre y Victoria habían tejido, aquel que te arrastró a mis brazos, supe en lo más profundo de mi ser que te debía dejar ir. Por favor, perdóname, mi amor, por no haber tenido el coraje para hacerlo, por haberte sometido a un sufrimiento innecesario.
Perdóname por no haber sabido amarte como merecías. Pasé toda mi vida intentándolo, pero cada intento solo alimentaba mi amor por ti y mi egoísmo. Juro ante Dios que traté de hacer lo correcto, especialmente cuando las pruebas genéticas confirmaron lo que ya sospechaba por el gran parecido de César con Sir Alexande