164. UN VERDADERO AMIGO
Fenicio, sorprendido, se quedó mirando a César por un momento. Podía ver la angustia en los ojos de su amigo, y supo que debía manejar esta situación con delicadeza. César adoraba a su madre, a pesar que discutía con ella, la amaba y consideraba una mujer honesta e integra. Podía ver que esa imagen se estaba desbaratando en los ojos de su amigo. No sabía porqué decía aquello, pero de una cosa se percató y era que debía ayudar a su mejor amigo.
—¿Javier Cavendish? No, no lo sabía —dijo finalmente, su voz suave y sincera—. Pero eso no cambia nada, César. Javier te amó como a un hijo, y tú lo amaste como a un padre. Eso es lo que importa.
César asintió lentamente, procesando las palabras de Fenicio. Aunque todavía había dolor en su mirada, también había un atisbo de alivio. Había dicho en voz alta su gran secreto, y el mundo no se había derrumbado a su alrededor.
Fenicio le puso una mano en el hombro a César, brindándole su apoyo silencioso. Sabía que César necesitaba tiempo para pro