Lorena se quedó en shock, sin saber cómo reaccionar tras saber de la muerte de Sir Edmund. No era que le doliera en particular, pero ya había aceptado su destino por su pequeño. ¿Y ahora que iba a hacer?, a solo días de la boda, ahora su embarazo secreto con Lord Henry quedaría expuesto y sería repudiada por su familia así como su hijo sería señalado por toda la sociedad.

—¿Qué será de mi hijo?—, sollozaba desconsolada.

Su doncella María la abrazaba compungida, recordando al plebeyo Javier López, que le pagaba por informarle de todo lo referente a Lady Lorena. Él estaba profundamente interesado en ella desde que la vio en el mercado una vez. De seguro no perdería esta oportunidad y ella ganaría una buena cantidad.

—Mi lady —, dijo María. —¿Por qué no acepta a Javier? Podría protegerla a usted y al bebé, e impedir que la encierren en ese convento y den su niño a un orfanato.

A Lorena le pareció indigno al principio. Él se ofreció a casarse con ella, no porque la amaba, sino para