Una muy molesta reina caminaba por los pasillos chirriando los dientes. Su hijo se le había vuelto a escapar. Ya la ropa había sido entallada, pero necesitaba una última puesta, solo por si acaso. Si le quedaba grande en alguna parte no faltaría el que hiciera una crítica. Pero que le iba a pedir a su cachorro que era igual que ella cuando era joven.
Ella no había sido la princesa elegante, refinada, hermosa y recatada. Más bien, su esposo, el actual rey la había visto por primera vez cuando ella estaba trepada en un árbol agarrando una manzana enorme y jugosa. Su pie se había resbalado y él la había recibido abajo evitando que se golpeara, como agradecimiento ella le había dado la mitad de la manzana sin ningún conocimiento de quien era él. Y allí estaban ellos dos. Siendo una pareja con años de casados, con un hijo que les daba dolor de cabeza y un hermoso nuero que era la bendición de los cielos.
Nadie se imaginaba lo feliz que era ella sabiendo que Ashary se quedaría en la familia