Qué ridículo, para él, Jazmín era la flor que necesitaba su protección, y yo siempre había sido fuerte, claro.
Si fuera antes, me habría derribado su comentario.
Qué pena, ya no sentía nada ahora.
«Simón, ¿qué te parece mi cambio? En verdad, no tienes por qué darte prisa».
Cuando Jazmín vio que Simón se marchaba sin mirar atrás, saltó de la cama a toda prisa.
Corrió hasta Simón, pero perdió fuerza y cayó delicadamente al suelo y tiró del pantalón de Simón.
Este la miró con desconfianza.
Jazmín rompió a llorar en un instante, mirando a Simón como una florecilla en una tormenta, con la voz temblorosa dijo: —Simón, eres el que más amable ha sido conmigo desde siempre. Cada vez que me duele el pecho, mi hermana monta una escena con el fin de que todo el mundo le ponga la atención. Sé que mi mala salud solo es una carga, pero también soy una humana que anhela ser amada.
Allí estaba, otra vez con una de sus actuaciones.
No pude evitar poner los ojos en blanco.
«¡Jazmín, realmente sabes cómo