En ese entonces, solo era un miembro regular del equipo.
Lo cité en una cafetería cerca de la universidad, y lo vi acercarse paso a paso a través de la ventana limpia.
El joven apasionado y lleno de fuego en los ojos había cambiado. Ahora su mirada transmitía una mezcla de desdén y determinación.
En el instante en que se abrió la puerta, sonó una campanilla y muchas personas lo miraron.
Pero él solo me miraba a mí.
Me levanté y le sonreí. —Te estoy molestando otra vez.
—No es molestia.
Con su ayuda, rápidamente logré ver al vagabundo.
Se llamaba Fernando, y estaba sentado en silencio, mirando las esposas en sus muñecas.
Ni siquiera reaccionó cuando me presenté.
Le dije: —La chica a la que incriminaste, soy yo.
Al escuchar mi voz, finalmente reaccionó. Levantó la cabeza y me miró por un momento.
En su mirada, era evidente que me estaba viendo por primera vez.
—Vete,— me dijo, y volvió a agachar la cabeza.
Había hecho un gran esfuerzo para llegar hasta allí, así que no pens