Capítulo 382
Carlos no dijo ni una palabra.

Se dio la vuelta, de espaldas a mí, y su habitual postura erguida se desmoronó, encorvándose.

Sacó una caja de cigarrillos, y después de dos intentos fallidos, logró encender uno.

El humo rodeaba su cuerpo.

Me ahogué un poco, tosiendo. Si no fuera por el dolor en mi cuerpo, sentiría que todo lo que había pasado antes no era más que una ilusión.

Carlos me miró por encima del hombro, con una mirada llena de odio. Apagó el cigarro con las manos, como si nada, y dijo con calma:

—No voy a dejarte ir.

Su mirada se desplazó hacia abajo, recorriéndome de pies a cabeza. Ya no soportaba más, frunció el ceño y me levantó para llevarme al baño.

La cama, hecha un desastre, ya no servía para dormir. Después de un largo rato, cuando sentí que me estaba desvaneciendo, cambiamos de cuarto y nos acostamos.

Dijo:

—Si no te sientes bien, no vayas a la boda de Néstor. Yo llevaré tus felicitaciones.

En la oscuridad, abrí los ojos y vi que Carlos miraba fijo hacia un
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