Cuando llegamos a casa, estaba a pleno una fiesta de bienvenida para Dalia.
Alejandro sostuvo mi mano, explicándome con voz suave:
—Ofelia, olvidé decirte. Dalia no tenía dónde quedarse, así que vivirá con nosotros a partir de ahora.
Sabía que todo aquello ya estaba planeado, así que no dije nada. Solo miré a Leandro, acurrucado contra Dalia, comiendo frutas que ella le daba y llamándola «mamá» con adoración, sin ni siquiera notar mi presencia.
Un dolor afilado me atravesó el pecho, tan intenso que los labios sangraron de tanto morderlos.
Alejandro palideció.
—¡No lo malinterpretes! —se apresuró a aclarar—. Solo están actuando para el ritual de mañana. ¡Nada de esto es real!
Respiré hondo y forcé una sonrisa.
—Lo sé, no importa. Ahora soy una loba tan débil como un Omega. Es normal que Leandro me rechace.
—¡Ofelia, no digas eso! Así seas tan fuerte como una Beta o tan débil como una Omega… nunca te abandonaré.
Su mirada falsamente cariñosa me hizo sentir incómoda, así que di un paso atrás y aparté sus brazos.
Entonces, los demás notaron mi llegada, riéndose sarcásticamente.
—¡Miren, es Ofelia! ¿Así que has perdido tu lobo? ¿Podrás soportar un solo golpe de mis garras ahora?
—Si las demás manadas saben que la madre de nuestro heredero es inútil como un Omega, la reputación de la manada estará arruinada.
Leandro también me miró enojado, mostrando su insatisfacción.
—No quiero que se rían de mí. No quiero que seas mi madre.
Sonreí, como siempre, con un profundo amor de madre.
—Si tienes razón, pues ahora Dalia será tu madre y la esposa de tu padre. Romperé el vínculo con tu padre ahora mismo.
—¿¡Ofelia, qué dices!? —preguntó Alejandro en shock. Realmente, no esperaba que yo dijera aquello.
De hecho, parecía que todavía estaba pensando en cómo lograr que yo aceptara este asunto.
Sin embargo, no pensaba esperar a que ellos me lo exigieran; para parecer sumisa… para mantener mi dignidad.
—El ritual requiere que la Luna y el Alfa estén unidos y se presenten a la vez —expliqué riendo—. Si no cortamos nuestro vínculo, si no Dalia no podrá ser la nueva Luna. Es por el bien de todos.
Alejandro se calló. Y su madre, la Luna anterior, colocó dos posiciones frente a nosotros, burlándose con arrogancia:
—Al menos reconoces tu lugar, una inútil sin lobo no merece ser la Luna de la manada ni madre del heredero. Le compré estas pociones a la bruja por un millón de dólares. No dolerá mucho a la hora de romper el vínculo.
Alejandro asintió en silencio, demostrando que él ya estaba al tanto de todo.
Después de un momento de silencio, comenzó a consolarme.
—Ofelia, no te preocupes, después del ritual, seguiremos siendo una familia. Nada nos separará.
No discutí, y bebí la poción sin más. Aunque el brebaje me desgarró por dentro, disolviendo el vínculo con Alexandro, me sentí contenta. Ya no quedaba nada allí. Ni familia… ni amores.
Era momento de irme.
Me sequé la sangre del labio y me arranqué el símbolo del cuello, el cual tenía un poco de sangre, y que Alexandro me había dado el día de nuestra boda, prometiéndome lealtad eterna. Aquello era lo último que me unía a Alexandro.
Pero, si ya ni quería estar con él, ¿para qué me servía?
Pensando en esto, lo coloqué en las manos de Dalia.
—Tú lo mereces más, que sean felices.
—Ofelia… —Alejandro frunció el ceño, creyendo que actuaba así por celos—. Ya te dije que esto todo es para el ritual de la mañana, después de eso yo mismo te lo devolveré a poner.
—Está bien —asentí, con una sonrisa, tras limpiarme la sangre de los labios—. Ahora, ¿puedo irme? Una Omega no debería estar aquí.
—Dejaré que alguien te acompañe —dijo Alejandro, sosteniendo mi brazo con una firmeza que fingía ser un pedido—. Te veo pálida, deberías pasar por la sala de curaciones.
Me liberé de su mano y caminé sola, paso a paso.
—Ofelia, después del ritual de mañana… tendrás una sorpresa. ¡Nunca más nos separaremos! —dijo Alejandro, soltando una nueva promesa vacía.
Pero, esta vez… ya no pensaba creer en él.