Carolina empujó a Richard con fuerzas para alejarlo de ella
—¡¿Qué haces?! ¿Quién te crees que eres, Richard Steele? ¿Quién crees que soy yo? No soy una muñequita a la que tomas cuando se te antoja, ve a un prostíbulo y consíguete a una, pero ¡A mí me dejas en paz! O te juro que haré que te arrepientas —exclamó con furia, mordiendo cada palabra y él pudo ver que estaba odiándolo
Carolina lo empujó y pasó de prisa, él la siguió
—¡Carolina, espera! Hablemos —exclamó con mucha desesperación, incluso tocó la puerta, pero sintió la frustración
Ella no le hizo caso, entró a su alcoba y cerró con fuerza justo detrás. Tocó sus labios sintiéndose tan extraña, no entendía que pasaba con ese hombre, era como un rayo que siempre colapsaba en su cielo, se recostó en la cama, necesitaba fortaleza para estar ahí, para no querer huir, de pronto su móvil resonó, respondió porque era Marian Steele
—Hola, querida hija, ¿Cómo estás?
—Hola, abuela Marian, estoy bien, ¿Sucede algo?
—Si, hija, decidí