Me arrodillé sin dudarlo.
Ella se rio a carcajadas.
—Sheila Martínez, tú metiste a Fer en la cárcel, no dejaré que vivas en paz, ¡nunca!
—Fer y yo íbamos a casarnos, dijo que quería estar conmigo, ¡y lo has arruinado todo!
—Leticia, cálmate, Fernando comitió un crimen y solo se está llevando su castigo merecido.
—¡Mató a cuatro de mis hijos!
—¡Fue idea mía! —gritó ella.
Dio un paso adelante y me miró siniestramente.
—Le dije de matarlos, porque no servían de nada.
¡Paf!
No pude contenerme más y la abofeteé.
—¡Cómo pudiste!
Estaba tan enojada que me costaba respirar bien.
—Siempre he querido arruinar tu vida, ahora voy a quemar al hijo que te queda —resopló y dijo mientras caminaba hacia el bebé.
Yo me apresuré a agarrar de sus piernas, haciéndola tropezar. Y rápidamente le arrebaté la antorcha.
Una madre haría cualquier cosa por su hijo.
Fue entonces cuando Ana se acercó corriendo y me ayudó a inmovilizarla.
A Leticia le impactó eso.
—¡¿Qué estás haciendo?!
—Eres una desagradecida, ya