Capítulo 5
—No lo hice.

Le miré con lágrimas por caer.

—Ni siquiera sé tu contraseña.

Ana se mantuvo al margen y no dijo nada.

Lucía se apresuró a ayudarme.

—Fui yo, ¿qué pasa? La empresa la llevamos juntos, ¿acaso no puedo mirar los documentos?

Al oír estas palabras, Fernando se levantó de su asiento.

Parecía haber olvidado que Lucía conocía la contraseña del ordenador, y el pánico se reflejaba en su rostro.

—¿Viste algo?

—Eché un vistazo al informe mensual y me fui —Lucía respondió con indiferencia.

La mirada tensa del hombre se calmó en ese momento.

Y me sentí aliviado.

Cuando Lucía se fue, lo primero que hizo Fernando fue ir al estudio.

Seguro que fue a cambiar su contraseña.

Por la noche, me abrazó mientras dormíamos.

A pesar de que odiaba dormir juntos, a él le gustaba.

No paraba de susurrarme al oído: —Tengamos más hijos.

—Últimamente he estado soñando con los niños que murieron.

Ajá, esta era la razón.

Le seguí el rollo para averiguar dónde enterró a mis hijos.

Porque él fue el que hizo t
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