6

Me desperté por la mañana, desnuda en ese sofá negro y cubierta por una manta gruesa. Tenía unas pocas agujetas pero me senté y sujeté la manta contra mi cuerpo para taparme. Mi ropa estaba ordenada sobre la mesa de centro y la chimenea seguía funcionando. ¿Y Dante?

No se escuchaba nada, así que me vestí y doblé la manta antes de coger mi teléfono y descubrir los mensajes de Cindy y una llamada perdida de mi padre. Ya hablaría con ellos después. Estaba abrochándome los botones de la camisa cuando la puerta se abrió y él apareció. Iba con unos pantalones de chándal grises y sin camiseta; ¿Hacía calor de nuevo, era yo o era el calor de la chimenea?

—Buenos días —dijo.

—Hola. ¿Puedes llevarme a la residencia?

Asintió con la cabeza pero no dejó de mirarme ni hizo nada por moverse.

—¿Te estás comiendo la cabeza otra vez?

Negué.

—¿Por qué lo haría?

—Lo hiciste la otra vez.

—Era diferente.

Estuve a punto de decir que sólo era un divorciado más, pero remover ese tema a Dante le afectaba,
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