Tomás miró los informes frente a él como si fueran dinamita. Sabía que contenían la prueba de su implicación, pero también sabía que Fernando no tenía intención de cumplir su promesa.
—Estás muy callado, Tomás —dijo Fernando, sin levantar la vista de su móvil—. Espero que no estés pensando hacer alguna estupidez.
—Me prometiste que ayudarías a María —gruñó Tomás, con la voz quebrada—. Eso fue lo que me dijiste. Que el dinero cubriría el tratamiento.
Fernando sonrió con una frialdad que congelaba.
—Lo hice. Durante un tiempo. Pero tú también recibiste lo tuyo, ¿no?
Tomás apretó los puños. En ese momento, su móvil vibró. Un mensaje del hospital.
"Señor Fernández, la condición de su esposa es irreversible. El equipo médico recomienda prepararse para despedirse. Mantendremos soporte vital hasta que su corazón no resista más."
La pantalla se volvió borrosa por las lágrimas. En ese instante, algo en Tomás se quebró.
—¿Sabes qué, Fernando? Estoy harto. De ti, de tus amenazas, de esta m****a.