El beso terminó con un leve cosquilleo en los labios de Ava, pero la calidez que la envolvía se disipó de inmediato. Como si una sombra hubiera cruzado su mirada, su semblante cambió, y la sonrisa que segundos antes iluminaba su rostro se desvaneció. Su respiración se tornó más lenta, y bajó la vista, mordiéndose el labio con inquietud mientras sus dedos se enredaban en la tela de su blusa, retorciéndola sin darse cuenta.
Ethan lo notó al instante.
—¿Qué ocurre? —preguntó con el ceño fruncido, deslizando su mano con firmeza por su espalda en un gesto reconfortante.
Ava vaciló, debatiéndose entre guardarse sus pensamientos o dejarlos salir. Finalmente, suspiró y habló en voz baja, casi como si le costara admitirlo.
—Es solo que… he estado tan feliz aquí contigo, con Adrián y Donkan, que olvidé todo lo demás —confesó con una sonrisa amarga—. Olvidé que mi madre sigue en una clínica, convaleciente… y que mi padre sigue siendo el mismo borracho de siempre.
Ethan no respondió de inmediato.