El juez invitó a todos a ponerse de pie mientras retomaban el juicio. En el aire flotaba una sensación tensa, densa, como si todo el peso del mundo se estuviera concentrando en ese momento. Ethan, con la vista fija en el rostro imperturbable del juez, sintió que cada segundo que pasaba lo arrastraba un poco más cerca del borde de un abismo del que ya no sabía si podría regresar.
El juez comenzó a hablar con su tono firme, imparcial, como un reloj que sigue su curso sin importar lo que suceda alrededor. Mencionó cuestiones prácticas, detalles técnicos sobre el proceso judicial y las pruebas presentadas. Ethan, sin embargo, no escuchaba. El sonido de su voz le llegaba distorsionado, como si fuera parte de un sueño del que no podía despertar. Su mente estaba fija en lo único que realmente importaba, la sentencia que se avecinaba.
Finalmente, el juez dijo las palabras que Ethan había estado esperando, o más bien, temiendo, durante todo el juicio.
—Después de considerar los argumentos prese