Estaban hablando de mí como si yo no estuviera presente, como si fuera una exhibición animal. Era increíble. Reí irónicamente y Deyna desvió la mirada hacia Alex, quien estaba a mi lado.
—¿Sigue mirando aquí? —preguntó Deyna, y Alex se estiró lo suficiente para mirar sobre su hombro.
—No... ¡sí! —se agachó rápidamente—. Diablos. Vio cuando lo vi —dijo alterado. Parecían dos niños jugando. Entorné los ojos.
—Saben que escucho todo lo que dicen, ¿verdad? —dije, tratando de mantener la atención en mi comida, que estaba intacta hasta ese momento. No tenía apetito.
—Realmente no, como ignoras todo lo que decimos pues... —Alex soltó un puchero ofendido y se encogió de hombros con disgusto. Sí, eran tan sensibles como yo; por eso nos llevábamos bien, creo.
Entorné los ojos de nuevo. Eran insoportables cuando se preocupaban por mí. Traté de ignorar a todos, incluso a mis mejores amigos, pero la risotada escandalosa de todos en la mesa a cinco metros de nosotros llamó incluso la atención de todos en el lugar. Definitivamente no se cansaban de fastidiar.
No tenía que levantar la mirada para saber de quién se trataba, aún así lo hice. Ahí estaba David. Jackson estaba sentado sobre la mesa, miraba su celular ajeno a todo a su alrededor, mientras los amigos de David reían escandalosamente.
Y como si sintiera mi vista sobre él, levantó su rostro hacia mí y, sin querer, nuestras miradas se conectaron hasta que, un segundo después, desvió la mirada y yo hice lo mismo. ¿Qué había sido eso?
La risotada de David llamó mi atención. Hasta ese momento me di cuenta de que era verdad que miraba hacia mi dirección. Resoplé fastidiada. Él sonrió cuando me vio observarlo y se lamió los labios de forma descarada. Odiaba que hiciera eso. ¿Qué pensaba que ganaba al hacerlo?
No sabía cómo me había enamorado de él en primer lugar. Era sumamente celoso, nada cariñoso, y cuando lo hacíamos... Bueno, era mejor que lo olvidara ya. Pero al parecer él no lo había olvidado aún, y eso era lo que más me molestaba: que no le había bastado con romperme el corazón, sino que se ensañaba conmigo de una forma cruel y despiadada. Le susurró algo a Kevin, mientras no alejaban su atención de mí, después volvieron a reír mientras me miraban burlones.
Algo dentro de mí se encendió como pólvora. Su jueguito me estaba colmando la paciencia. Sin poder contenerme, me levanté con osadía y caminé directo hacia él. Sin importar nada.
¿Quería jugar?
Pues íbamos a jugar. A ver quién jugaba mejor de los dos.
Ignoré todo por completo: los llamados de los chicos y las miradas expectantes de todos en la cafetería. Me valía m****a lo que los demás pudieran pensar, porque ya no solo hablarían de mí. Me paré frente a él y me escudriñó con la mirada, sonriendo burlón, como era costumbre cada vez que me lo topaba.
—¿Vienes por más lindura? —preguntó.
—¿A ti quién te llamó, idiota? —miré a Bruce con desagrado; era otro de sus amigos, igual de tarado que David.
—Te gusta que te hagan gritar como una zorra en celo, ¿no es verdad? ¿O te encantan tanto los penes que has venido por más de uno? —Bruce volvió a hablar.
Todos rieron, excepto Jackson, quien se mantuvo al margen observando la escena.
—Yo me apunto gustoso. —Kevin se mordió el labio, viéndome descaradamente mientras se acercaba a mí.
Apreté mis puños y rechiné mis dientes. Pero, con la mejor actitud, pude sonreír al final. No me iban a ganar.
—Tienes razón —dije calmada, observando cómo todos se quedaban callados ante mi aceptación—. Me encantan los penes, aunque no cualquier pene.
Sonreí mirando a David.
—Lo siento por todos los que piensan que tienen una oportunidad conmigo... —los señalé—. Porque tuve la idiotez de probar la carne de buey. —Alcé la ceja sugerente—. Les aviso, los animales castrados no son de mi agrado. —Sonó un gran abucheo en la cafetería.
Aunque nadie sabía a qué me refería, con solo ver la mirada aterrada del pálido me conformé. David me miró amenazante, entonces mi sonrisa se hizo más amplia al saber que esta vez era yo quien lo tenía en mis manos. Lo tenía sujeto de las bolas. Levanté mi meñique sobre su cara y él abrió los ojos como plato.
—¡¿Aún qué saben que?! —alcé la voz para que todos escucharan—. ¡¿Saben a quién más le encantan los penes?! —lo miré con una sonrisa ladina.
Jamás pensé que verle el rostro lleno de pánico y terror fuera tan satisfactorio.
Reí por dentro.
—No te atrevas. —David me tomó del brazo con fuerza susurrándome las palabras.
Con demasiada alegría, me alejé de él y seguí hablando. Por más que quisiera, no iba a volver a callarme.
—¡David! —Todos lo miraron—. Ahora que nos estamos sincerando sobre lo nuestro, ¿por qué no también les dices que quien gritaba más de los dos eras tú, bebé?
Silencio.
Sí, para todos era una sorpresa que el gran macho David Lane también le gustara recibir. Cuando lo encontré en la cama con otro hombre, lo que menos pensé era verlo morder la almohada mientras lo penetraban por detrás.Tan hombrecito que decía ser. Lane me miró tan furioso que ni siquiera preví que fuera a lanzarme un golpe. Sí, el muy cobarde le iba a pegar a una mujer. Tapé mi cara y solo esperé a que el golpe llegara lo cual nunca sucedió.
Tayler se había interpuesto entre nosotros y fue él, quien recibió el golpe en la mejilla. Todo paso tan rápido que de un segundo a otro David y Tayler hacían en el suelo peleando. Todo se salió de control y más porque los amigos de David salieron a su defensa.
Yo me arrojé sobre la espalda de Lane queriendo quitárselo de encima, Jackson me tomó por la cintura tratando de alejarme de la lucha, así que empecé a golpearlo a él también.
Un completo desastre.
Al final, todo terminó como se esperaba, arrastrados a la dirección. Esperamos afuera de la oficina del rector para discutir sobre la pelea; por suerte, el primero en entrar fue David, así no tendría que enfrentarlo.
—Gracias. —Toqué su rostro preocupado, mañana se vería peor—. No debiste interferir.
—No iba a permitir que... ¡ay! —soltó una mueca de dolor y lo miré avergonzada—. Que ese idiota te tocara un pelo si yo estaba allí. —sonreí.
Tayler era un verdadero ángel. Ni siquiera había notado que estuviera en la cafetería. Cuidadosamente me acerqué a su mejilla y le agradecí con un beso tierno.
—Gracias... —volví a decir.
Acunó mi rostro; me tensé ante su tacto y me miró cauteloso ante el movimiento que estaba por realizar. Poco a poco se fue acercando a mí, casi rozando mis labios, pero al final giré mi rostro y su beso pegó en mi mejilla.
Tayler era un buen amigo, pero no podía ilusionarlo; sabía que él tenía sentimientos más fuertes por mí. Siempre lo supe. Por eso jamás me involucraría con él, por más caliente y guapo que fuera, porque lo que yo vería como una sola vez él lo tomaría como esperanza, y no quería perderlo de esa forma.
Tayler entró a la oficina después de que David saliera, y se largara solo dedicándome una fría mirada.
Ya estamos a mano.
Me quedé sola.
O casi sola.
Jackson me miraba de soslayo con ojos filosos. Me crucé de brazos y quise ignorarlo, pero como siempre, fue imposible.
—Fue un espectáculo de m****a. —boqueó enfadado.
—¿Yo?... tu amiguito fue quien empezó primero.
—Si no lo hubieras provocado ni hubieras dicho todas esas mentiras sobre él, nada de esto estaría pasando. —bufé.
Esto era el colmo.
—En primer lugar, todo lo que dije es verdad. —Le recalqué—. Y en segundo lugar, no iba a seguir permitiendo que él dijera todo eso sobre mí.
—Como sea, ahora hay que pensar qué le diremos a tu padre cuando pregunte por qué nos suspendieron de la escuela.
Lo miré mal, pero tenía razón; mi padre no podía enterarse de esto.
O me mataría.
.
.
.
—¿Qué? —alcé la voz—. ¿Limpiar los vestidores durante un mes? —dije atónita.
Tenía muchas cosas que hacer por la tarde, como salir con mis amigos, hacer tareas, ver N*****x, y ahora pasaría todas mis tardes limpiando los horribles vestidores llenos de sudor durante un mes, y lo peor de todo era que lo haría junto a Jackson.
—Eso o suspensión por una semana, más las disculpas obligatorias de ambas partes.
—Eso nunca. —dije de inmediato.
El rector me miró despectivo ante mi falta de cooperación. Entorné los ojos y bufé por lo bajo.
—Está bien —asentí derrotada.
No me quedaba de otra.
Nunca le pediría una disculpa al idiota de David Lane, así tuviera que limpiar los vestidores durante un mes y soportar al insoportable de mi hermanastro.