—No son simples estudiantes, como pensabas.
Cuando Liza intentó seguir hablando, Omar sacó una tarjeta de su billetera y se la entregó.
—No me contactes más.
Liza, sorprendida, parpadeó. Dudaba si aceptar la tarjeta o no. Había encontrado a un hombre con mucho dinero, ¿cómo iba a dejarlo ir tan fácilmente?
Liza, con un tono dulce y suplicante, parpadeó y preguntó:
—Omar, ¿no estás contento conmigo?
—Sí, no estoy contento —respondió Omar sin rodeos. Nunca había tenido paciencia para tratar con mujeres caprichosas.
Liza se quedó pálida. Omar sonrió con desprecio:
—¿No la quieres? Si no, me la llevo.
Al ver que Omar estaba a punto de guardar la tarjeta, Liza la tomó rápidamente y sonrió:
—Gracias.
Con la tarjeta y una nueva prenda, Liza se fue satisfecha. Omar, decidido a aclarar las cosas, regresó a la tienda y llamó a la puerta. Una empleada salió y le sonrió cortésmente.
—Señor, ¿en qué puedo ayudarle?
—Necesito hablar con alguien dentro —dijo Omar, tratando de abrir la puerta sin éxit