Lorena fue a darse un chapuzón, se aseó y salió cuando estaba anocheciendo.
Bajó las escaleras con el pelo recogido sobre la cabeza, calzándose perezosamente las zapatillas y murmurando algo:
—Es hora de cenar, me muero de hambre.
José apartó el periódico y levantó los ojos hacia su hija, que estaba arriba, al parecer con un deje de malhumor:
—¡Cuánto hace que no vuelva ella, y en cuanto vuelva, solo sabe comer!
Lorena, siempre mimada en casa, se acercó para sentarse junto a José y se apoyó en su hombro:
—Ay, tu princesita, yo he vuelto, ¿de qué más te puedes quejar? Papá, mamá está fuera filmando, ¿por qué no la acompañaste esta vez?
José y Fiona estaban tan enamorados que hasta Lorena sentía celos cuando los miraba.
José, tras ceder los asuntos del grupo a Miguel, sólo había estado con Fiona; la seguía cuando iba a filmar, y no pudo deshacerse de ella.
Al oír esto, José rio suavemente y alargó la mano para tocar a Lorena en la frente:
—Es porque tu madre estaba preocupada por ti y me