No tardó mucho.
Uno vino y llamó a la puerta.
María dejó la manzana e iba a abrir la puerta saltando:
—Quédate ahí cuñada, yo abriré la puerta.
Lorena no tenía ni ganas de mover:—...
—Eres tú Polo, ¿qué estás haciendo aquí?
María era sorprendida, entusiasmada y feliz:
—¿Conoces a mi cuñada? Pasa, por favor.
Polo asintió levemente, una inclinación caballerosa, luego entró y miró a Lorena, que estaba sentada en el balcón bebiendo té, con una pequeña sonrisa.
—Me lo enteré y vine a verte.
Susana apenas sobrevivió en el incendio. En cuanto se enteró, supo la causa y el efecto.
Lorena asintió y sonrió:
—Estoy bien, pronto saldré del hospital.
Polo sonrió, y María corrió hacia él, sirviéndole té y pelando fruta, cosas que Polo rechazó cortés y distantemente.
Se quedó en la sala un rato.
Polo se sintió entonces incómodo con la presencia de una tercera persona y se fue.
María lo acompaño a la puerta y se volvió con la mirada algo perdida:
—Cuñada, ¿cómo se conocieron Polo y tú? ¿Cuál es su rel