La boca de Lorena tartamudeó y se acercó mientras Juan cogía una carpeta en la mano y se la entregaba:
—Aquí está el contrato para el proyecto Agualio, ¿no lo has querido siempre, entra en el coche.
Vino preparado.
Lorena se paró frente a la puerta del coche y no se movió, sólo la comisura de sus labios se enganchó.
Juan estaba a punto de salir del coche y abrirle la puerta cuando Lorena volvió a cerrar bruscamente y con fuerza la puerta que él había empujado ligeramente.
Menos de tres segundos antes y después, los ojos de Juan se oscurecieron al mirarla.
Lorena apoyó una mano en la ventanilla del coche y se inclinó ligeramente hacia delante, aquellos rasgos brillantes y delicados se le acercaron al instante, e incluso pudo oler el ligero perfume que desprendía.
Su distancia era íntima y ambigua.
La pose era más como si estuviera a punto de inclinarse y... besarlo.
La expresión de Juan se tensó, su rostro se crispó, el nudo de su garganta se movió ligeramente.
En ese instante, sintió l