—Con esta mano yo sostendré sus anhelos, tu copa nunca estará vacía, porque yo seré tu vino. Con esta vela alumbraré tu camino en la oscuridad y con este anillo te pido que seas mi esposa—
Los ojos de Emma resplandecieron, y pronto, sus labios y los de su amado Dante, se habían sellado para siempre en un beso y fundido en una promesa que sus almas cantaron para la eternidad.
—¡Felicidades! —
Todos gritaban felicitando a los novios.
6 meses habían pasado desde aquellos trágicos eventos que culminaron para siempre en aquel juicio que condeno a Ciacco.
Emma miraba a sus amados rodeándola. Aquella era una boda sencilla, o mas bien, una fiesta de boda sencilla que Dante y ella estaban celebrando solo con sus seres más queridos aun y cuando ya estaban legalmente casados. Los rostros de todos aquellos que, bien o mal, los habían acompañado en el camino, estaban presentes llenándola de amor.
—Esto es precioso Dante, todos los que nos importan están aquí, acompañándonos en este día tan especia