El silencio sepulcral se apoderaba del ambiente de la bodega. Los sirvientes guardaespaldas no perdieron el tiempo y con heridas y todo, trabajaron arduamente con la precisión que los caracterizaba para ocultar los cuerpos sin vida de los secuaces de Duncan y Avery, para protegerse a ellos, pero más a Danilo y Mary.
Mientras ellos trabajaban con determinación y bastante profesionalismo, como si ya estuviesen acostumbrados a lidiar con aquella situación, Danilo y Mary permanecían sentados muy juntos, sufriendo las secuelas de la guerra sangrienta que se había llevado a cabo allí.
Danilo abrazaba a Mary, la apretaba con desesperación mientras su rostro se hundía contra los pechos de ella, porque sus emociones lo estaban consumiendo y casi no podía soportar el ardor en su alma. Mary, paciente le acariciaba su sedoso cabello con ternura, pese a la crisis que la estaba matando de igual manera.
—Lo siento… —se lamentaba entre el pecho de ella—. Todo esto es mi culpa, nunca debí…
—Shh… basta