La empresa Trattoria estaba cubierta por una espesa capa de penumbras, las que resguardaba mucho antes y las del hecho ocurrido hacía tan solo una hora.
Danilo y Mary no tenían tiempo que perder, el reloj avanzaba en su contra mientras llevaban a cabo el plan que el joven había elaborado en una medida desesperada por llegar al enemigo sin correr más peligro del que ya lo hacían.
En el despacho de presidencia y mientras estaban custodiados por los fieles sirvientes guardaespaldas, la pareja de amigos hacía llamadas y de manera simultánea enviaba correos con un mensaje diplomático que denotaba urgencia para garantizar la asistencia a su extraordinaria invitación de “negocios”, todas ellas enviadas a diversos inversores, socios de confianza de las franquicias y la misma prensa.
Danilo, quien estaba sentado al portátil se dedicaba a repasar los últimos detalles de la operación.
—No podemos fallar ni un movimiento —decía mientras se rascaba la cabeza con desesperación—. Si logramos que la