••Narra Erika••
El brazo… Dios, dolía demasiado, ardía. Era insoportable.
Derek no me dijo nada, se negó a darme la hora.
No me ha dicho nada por el anillo, ¿no sé había dado cuenta? ¿Yo misma me expuse?
Un doctor entró en la habitación. Arrugué la frente, recorriendo la habitación. No me había percatado que estaba en una habitación de hospital. Y mi brazo izquierdo estaba vendado hasta el codo.
Recordé los espantosos sonidos que emitía mi dedo cuando lo movía para poder escapar. Un escalofrío recorrió mi columna.
Logré escapar del señor Martín y caí en los brazos de Derek. Cambié una celda por una jaula.
Por más que mi cuerpo se estuviese desgarrando de afuera hacía dentro, no me importaba. Necesitaba saber mi condena, necesitaba saber los números fijos a los que había subido mi deuda.
―Señora Erika ―Una voz se escuchaba a la lejanía, pero no era capaz de saber de quien provenía porque estaba ocupada viendo a Derek, esperando que marcara mi destino. ―Erika, ¿puede esc