Este iba a ser un grandioso día, tenía planes bien estructurados para que tuviéramos una cita. Íbamos con el joyero, después a comer en un buen restaurante y al final al cine. Como una pareja normal.
Tomé el celular y llamé al joyero.
―Buenos días, señor David. Quería informarle que nuestra reunión se tendrá que posponer por dos horas. Le ruego que me disculpe ―Erika se giró sobre su asiento para verme, extrañada por mi comentario. Y aún así, no me dijo nada.
El hombre al otro lado del teléfono aceptó mi insolencia con facilidad. Lo escuché durante unos segundos hasta que me harté de su adulación y le corté la llamada.
―Creen que por besarme los pies conseguirán un trago especial ―murmuré para mí mismo.
Ella estaba atenta de lo que hacía y decía, pero se negaba a