Me mantuve con los ojos cerrados tanto tiempo que hasta creí haberme dormido, pero no por el sueño, si no por lo vacía que estaba mi cabeza, como si fuera una computadora sobrecargada.
No se escuchaba nada, no había movimiento. Esperar era tan tortuoso y eterno.
Lo bueno es que no tenía sueño gracias a la ansiedad, el enfado y el dolor de mi brazo. Combinación perfecta para querer matar a alguien.
¿Cómo ese hombre podía dormir tranquilo a mi lado? ¿No era consciente que las mujeres nos volvemos unas asesinas al descubrir infidelidades? Podría asfixiarlo mientras duerme. Es más, debería hacerlo.
El celular de Derek sonó. Fue una sutil notificación, pero bastó para sentir la cama moverse.
Respiré profundo. Me molestaba el hecho de que estuviera tan pendiente del celular en medio de la noche, esperando su llamada. Tuvo sexo con
Cargué el balde con mi brazo bueno. Subí a las habitaciones de invitados, porque ahí debía tener a su amante, en una hermosa habitación como una reina. Pero no era eso, porque si fuera así, no la tendría oculta como una fugitiva.Abrí puerta tras puerta, pero no se encontraba en ninguna de las habitaciones de invitados. Seguí explorando las distintas áreas. Ni en el gimnasio, la sala de juegos, el cine en casa, la biblioteca, nada.¿Será que se la llevó a otra parte? O... ¿En las habitaciones de servicio? ¿Sería capaz un hombre multimillonario cómo él meter a una amante en una habitación de servicio solo para que no lo descubra la esposa? ¿Ni siquiera se le ocurrió ir a un hotel?Bajé las escaleras con paso decidido. Ya me pesaba el balde y tuve que cargarlo con las dos manos. Sentí el golpe en el antebr
Debí preguntar qué hacía ese hombre ahí, como llegó a este lugar, que le estaban haciendo, pero las palabras se me quedaron atoradas en la garganta, como si un candado se hubiera cerrado sobre mis cuerdas vocales.Mi mente no creía lo que veía. Tardé en procesarlo a pesar de la escena tan obvia que tenía en frente, pero al final me di cuenta:“Derek estaba torturando al señor Martín”.―¿Qué haces acá? ―dijo Derek con brusquedad.Vino en mi dirección. Era el vino reflejo de la violencia y la sed de venganza.Lo primero que pensé es que debí huir, pero estaba congelada. Mis piernas no me respondían.Quedó a mi altura, viéndome de pies a cabeza. Se detuvo al mirar mi rostro. Sus ojos fríos me miraban fijamente, me estaba examinando.Extendió su mano en mi dirección. T
“Hoy” esa era la palabra clave. Hoy estará vivo, pero mañana podría no estarlo. Y por el estado en que lo vi, no creo que le quede mucho. Si no lo mata directamente, el estado crítico de su cuerpo hará el trabajo.Pero me sentía aliviada al saber que al menos hoy, Derek no se convertirá en un asesino.Mis músculos se relajaron. Inconsciente, volví aferrarme a su cuerpo.Llegamos a la habitación y él me dejó en la cama.―No lo mates ―Le pedí de una vez.―¿En serio te vas apiadar de él? ―Me soltó una risa frustrada.―No me estoy apiadando de él, si no de ti.Estando en ese sótano, no sentí pena por el señor Martín. Incluso, podría decir que no me importó en lo más mínimo su sufrimiento. Y si hubiese sido otra persona quién lo estuviera torturando
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad
Me aclaré la garganta, pasando del rostro de Derek, al de su acompañante y el de mi jefa. Katy se encontraba con el ceño fruncido, los labios rojos apretados y la mandíbula tensa. Estaba celosa. El hombre con el que estaba intentando concertar un matrimonio tiene sus manos puestas sobre una secretaria que estudió en el pasado con él. Me solté bruscamente. ―No, no estaba fumando. Recordé al desgraciado de Martin; el prestamista, y lo maldije mentalmente. No era consciente del calibre de mi olor porque el humo que soltó en mi cara bloqueó mis fosas nasales. Pero debió ser tan grave para que Derek se diera cuenta solo por pasarle por el lado. Volvió a sujetar mi muñeca y llevó su nariz a la palma de mi mano. Mi corazón dio un vuelco por su forma tan íntima y personal de tocarme. No podía negar que este hombre me afectaba, no estaba hecha de hierro. Tenía corazón y hormonas como el resto de las mujeres. Físicamente era perfecto, el problema era su forma de tr
Estuve la mayor parte de la fiesta embriagándome y hablando con la novia. ―Estás colocadísima, Erika ―dijo Kira, la novia. Su voz se escuchaba más aguda de lo normal y arrastraba las palabras. ―No más que tú ―Me reí. Estábamos bailando las dos juntas en medio de la pista, como si fuéramos una pareja. Nos tomábamos del cuello y la cintura, girando y siguiendo el ritmo de la salsa. El mundo me daba vueltas, pero no entendía como me mantenía de pie. Choqué con un señor mayor bailando con su esposa. ―Disculpa ―dije, entre risas. El señor me dirigió una mirada de desagrado antes de apartarse. No me importaba. Ya varias personas han intentado separarnos porque estábamos haciendo “el ridículo” según ellos. Principalmente los quejones eran de la familia de Kira y el novio. Venga ya, la mujer se está divirtiendo en su propia boda. ¿Ahora es eso un delito? Ella debería poder divertirse sin preocuparse por las normas sociales. ―Me alegra que hayas venido, me hubiera a