Descansé la espalda contra la puerta, sintiendo la vibración de los golpes y mi corazón latir con prisa, a punto de salirse de mi pecho. ―Erika, escuché cuando entraste. Abre. Necesitamos hablar. Mantuve la calma. Yo; estaba en una habitación con seguro y con mi peso funcionando de refuerzo. Él; estaba del otro lado de la puerta con sus bolas adoloridas. No lograría entrar.―¡No tengo nada que hablar contigo, infiel! ―Le grité.―¡Erika, no te he sido infiel! ―gritó, pero su voz no era potente como de costumbre. Me preguntaba si la voz le cambió por el golpe en las pelotas o porque no quería que sus empleados escucharán―. Sal para que hablemos de esto. Creo que algunas de las infusiones que estás tomando te crea alucinaciones, porque estás diciendo puras incoherencias. ¿Me estaba llamando loca? ―Yo sé perfectamente de lo que estoy hablando. No dejaré que me trates de loca. ¡Y que no se te olvide que estoy tomando esas infusiones por tu culpa! ―Erika ―respiró profundo, usando un to
―Muy bien, Erika. Ya es suficiente. Tu faceta celosa dejó de excitarme, así que sal ―habló con convicción. ¿Estaba excitado? Qué hombre más vulgar. ―No tengo hambre ―dije, acompañado de un rugido de tripa que no escuchó, por suerte. ―¿Sabes qué esta es mi casa? Poseo las llaves de cada habitación. La única razón por la que sigues allí adentro es porque te he dejado comportarte como una niñata. Pero no más. Tienes media hora antes que abra la puerta ―habló con seriedad. Una vez que se fue, me levanté con prisa de la máquina. Tenía que apurarme y salir de aquí antes que Derek abriera la puerta. Salí, cerrando la puerta con extremo cuidado. Me giré sobre mis talones, chocando contra un cuerpo firme y fuerte. Unos brazos rodearon mi cintura. ―Que fácil eres de leer, sabía que saldrías ―La voz alegre de Derek retumbó en la habitación. Me besó las mejillas como un bobo enamorado. Actuaba como si jamás le hubiese pateado las bolas y acusado de infiel. ―¡Suéltame! ―Vamos a
―Relaja el cuerpo ―dijo y lo obedecí―¿Estás bien?―Sí, estoy bien ―respondí en voz baja, avergonzada de mi propio deseo.Debería estar insultandolo, golpeándolo. Le descubrí una amante, pero aquí estaba, ofreciéndome ante él. Porque no era capaz de enfrentarme a mi lujuria.―Bien ―exhaló con fuerza, liberando tensión.Supongo que estaba preocupado que lo rechazara y dejar esto a media.Sentí como se abría paso en mi interior, implacable. Mis pliegues cedían con facilidad. Era un cosquilleo que me erizaba la piel.Me llenó por completo, hasta el punto que su cuerpo hacía contacto con mis nalgas. Su mano presionaba mi espalda, enroscado el camisón en esa zona. Me mantenía contra la mesa mientras bombeaba sin contemplación.Mis caderas subían y bajaban a su
Su mano bajó de mis pechos a mi entrepierna, acariciando mi zona sensible. Chillé, sintiendo que mi cuerpo entero sufría un cortocircuito. No pude resistir mucho. Mi cuerpo entró en un estado que variaba entre la relajación y el placer absoluto. Un chorro abandonó mi cuerpo, acompañado de un estado de éxtasis del que no podía salir. Abrí los ojos con impresión al sentir aquel líquido empapar mis muslos y caer en el piso, mojando mis pies descalzos.Una vez que expulsé todo lo que había en mi interior, cerré los ojos al momento de sentir mi visión borrosa.Era consciente de cada poro de mi piel, de cada exhalación que abandonaba mi boca. Y de las últimas embestidas de Derek hasta correrse en mi interior, llenándome. Estaba sufriendo calambres en aquella zona, pero los estragos del orgasmos seguían intoxicando el umbral del pla
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad
Me aclaré la garganta, pasando del rostro de Derek, al de su acompañante y el de mi jefa. Katy se encontraba con el ceño fruncido, los labios rojos apretados y la mandíbula tensa. Estaba celosa. El hombre con el que estaba intentando concertar un matrimonio tiene sus manos puestas sobre una secretaria que estudió en el pasado con él. Me solté bruscamente. ―No, no estaba fumando. Recordé al desgraciado de Martin; el prestamista, y lo maldije mentalmente. No era consciente del calibre de mi olor porque el humo que soltó en mi cara bloqueó mis fosas nasales. Pero debió ser tan grave para que Derek se diera cuenta solo por pasarle por el lado. Volvió a sujetar mi muñeca y llevó su nariz a la palma de mi mano. Mi corazón dio un vuelco por su forma tan íntima y personal de tocarme. No podía negar que este hombre me afectaba, no estaba hecha de hierro. Tenía corazón y hormonas como el resto de las mujeres. Físicamente era perfecto, el problema era su forma de tr