―Sí, así es. Esta sierra está diseñada para cortar texturas semejantes al yeso. Gracias a la velocidad y el material, no hay riesgo alguno para los pacientes.―¿Y no pensó en demostrarlo cuando estaba temblando de miedo mientras pasaba esa sierra por mi brazo? ―repliqué.Lo pensó unos segundos, mirando el techo.―No lo pensé en su momento ―Se rascó la barbilla―. En fin, le escribiré la receta ―Rodeó su escritorio y se sentó en su silla. Se puso a escribir unos jeroglíficos que no eran entendible para el ojo humano―. Okey. Esta es para la crema, esta es sobre su alimentación y estas son sus vitaminas.Tomé las recetas con rapidez antes que lo hiciera Derek, que ya tenía la mano estirada.Las leí. Mejor dicho, lo intenté. No distinguía bien lo que decía, pero tenía algo por seguro, faltaba unos medicamentos muy importantes.―No me recetó analgésicos.La doctora se enderezó y respiró profundo, como si estuviese a punto de tener la conversación más difícil de su vida.―A partir de ahora p
Caminé a paso veloz, negándome a compartir oxígeno con él. ―Erika, Erika ―gritó, siguiéndome―. Por ese camino no está la salida. Consideré sus palabras, pero no iba hacerle caso y dar media vuelta, porque el orgullo no me lo permitía. Abrí la primera puerta que encontré y me detuve en seco. Un doctor estaba atendiendo a un paciente. Y por lo que dejaban a la vista, algo me decía que el doctor era un urólogo. Derek apareció detrás de mí, y nuevamente, me cubrió los ojos, sacándome de ahí. ―¿Qué carajos haces viendo eso? Quité su mano de mi campo de visión. ―Lo dices como si yo supiera que había del otro lado de la puerta ―Arrugué la frente. ―De igual manera ―La parte irracional de Derek estaba comenzando a tomar el control y no podía permitirlo, yo era quien estaba peleando con él, no él conmigo. ―¿Piensas que soy una drogadicta? ―Lo confronté, necesitaba preguntarlo directamente, porque sentí que tanto la doctora como él, me veían de esa forma. ―No, no lo eres. Pero todos s
Las palabras se me atoraron en la garganta. El hombre me miró con una sonrisa despampanante. Era el mismo hombre de la habitación de tortura, el empleado del señor Martín. Y el mismo hombre que me fracturó el dedo. ―Mira a quien tenemos por aquí. ¡Qué sorpresa! ―Me tomó de la muñeca y solté un chillido ahogado.Pensé que me la rompería. No podía verlo sin pensar en su persona sobre mí, rompiendo mi dedo, amenazando con cortarlo. Tenía sujeta la misma extremidad que acababa de ser curada. ―Divarios ―susurré. Pese a la sonrisa cálida que me ofrecía, sus ojos carecían de vida, como si su alma hubiera abandonado su cuerpo hace muchos años y solo fuera un cascarón vacío cuya única misión era cumplir órdenes. ―Vaya, te acuerdas de mí. «Creo que nunca podré olvidarte, lastimosamente». Traté de zafarme de su agarre, pero fue inútil. Levantó mi brazo, observando la cicatriz rosácea que adornaba mi antebrazo. Pasó la yema de sus dedos y sentí un escalofrío, como si millones de agujas se
••Narra Derek••Cinco minutos. No, ni cinco minutos. Fue mucho menos, pero eso bastó para que esa mujer pudiera huir de mi. ¿Es qué acaso ella no entendía que no podía escapar, qué no podía alejarme? Y aún así, se esforzaba por escapar, siendo consciente que yo puedo cuidarla y protegerla, pero ella no me lo permitía. Tal vez ella no se haya dado cuenta, pero yo he notado como acortaba cada vez más los horarios de analgésicos. Primero eran cada ocho horas, después cada dos, cada cuatro, hasta que hoy en la mañana se tomó una con dos horas de diferencia. Quise dejarla tranquila y pensar que era parte de su dolor, después de todo, yo no pasé por lo mismo que ella, no rompieron mis huesos. Pero la doctora confirmó mis sospechas: Erika puede volverse adicta. Y no pensaba permitir eso, primero muerto. Prefiero que me odie a verla caer de esa forma.Logré cruzar la calle, pero no la veía por ningún lado. Había muchas personas yendo en ambas direcciones, sería fácil perderla. Un grito
••Narra Derek••Si ya lo quería muerto por poner sus manos sobre Erika, ahora quería despedazado por ser el hombre que la ha dañado tanto física y emocionalmente en el pasado. Y no se lo iba a dejar fácil, tenía que sufrir y me aseguraría de eso. El hombre ya no se movía, estaba inconsciente, con el rostro más manchado de rojo que de su color natural. Respiré profundo, sintiendo que el aire que pasaba por mis pulmones estaba envuelto en llamas. Resoplé y me fijé en mis nudillos cubiertos de sangre. El olor a hierro era fuerte. No quería tocar a Erika con las manos en este estado, pero tenía que hacerlo, no podía dejarla en el suelo. Estiré las piernas y caminé hacia ella, acuclillándome frente a la mujer que me robó el corazón. Seguía sin mirarme, concentrada en su mano. ―Erika ―susurré con cuidado, pero no me respondió―. Erika. Fui subiendo el tono de voz un poco cada vez que la llamaba, pero ni así lograba tener su atención. Estaba completamente ida.No tuve más opción que p
••Narra Derek••Se negaba a soltarme. Tuve que bajar con ella en mis brazos. Carla nos recibió en la puerta con una sonrisa que rápidamente se transformó en preocupación. Se acercó a toda prisa a nosotros y no dudó en darme un manotazo en el brazo. ―¿Ahora que le hiciste? La miré con el ceño fruncido. ―¡Yo no le hice nada! ―¿Ah, no? Perdón, la costumbre ―Se rascó la cabeza, mirando a Erika. ―Carla, por favor, dile a la cocinera que prepare un té para los nervios ―dije, sintiendo como Erika hundía cada vez más su rostro en la zona que une mi cuello con el hombro. A este paso, iba a terminar traspasando mi cuerpo. Estaba intentando ocultar su rostro con la chaqueta. No quería ser vista de esa manera. Me fijé en la cantidad de empleados que pasaban junto a nosotros, fingiendo no estar interesados en la situación. Este no era un buen lugar para ella.―Enseguida ―Y desapareció de mi vista. Caminé con ella en mis brazos hasta llevarla a la habitación. Logré colocar la parte poster
No tuve que esperar mucho para que Erika se quedará dormida, en menos de diez minutos la pastilla hizo su efecto y se encontraba de lado, respirando lentamente, con su cabello cubriendo parte de su rostro. Tuve que bajarme de la cama lentamente. ¿Por qué? Porque quise, ya que Erika no se iba a despertar por eso. La arrope hasta los hombros y la contemplé durante un breve segundo, observando lo que habían hecho con mi mujer, en quien la habían convertido, como la habían reprimido. Había cambiado mucho desde nuestra etapa universitaria y aún así la amaba, pero no era ciego, parte de su personalidad se debe a las experiencias y maltrato a las que estuvo expuesta esta última década. La amaba tal cual era y pensé que lograría odiarla porque ya no era la misma mujer de la que me enamoré en el pasado, pero no fue así, seguía sintiendo lo mismo. Sé que en el momento que sane, su personalidad cambiará y yo sentiré lo mismo por ella, por eso, no tengo miedo que cambie, siempre y cuando mejor
••Narra Erika••―¡Erika, despierta! ―gritó Derek. Era su voz―. ¡Auxilio! Abrí los ojos con prisa al escuchar los gritos desesperados de Derek, estaba pidiendo ayuda. Me levanté de la cama como un relámpago, sintiendo un ambiente cargado a mi alrededor, como si fuera artificial pero tan real. ―¡Erika! ―Los gritos continuaban. Jamás había escuchado d Derek gritar de esa forma. No eran a sus gritos de ira a los que estaba acostumbrada. Eran de miedo puro y crudo.La voz se escuchaba que venía de su Vestier. ―¡Derek! ―Corrí a por él, entrando de golpe a la habitación. Un líquido caliente mojó mis pies descalzos y terminé resbalando sin poder agarrarme de nada. Terminé en el piso, con el líquido escurridizo bañando mis, piernas, mis brazos y parte del camisón. Moví las manos en el charco, que había comenzando a tornarse rojo. El olor a hierro invadió mis cosas nasales. Era sangre. Las palabras murieron en mi garganta, no pude decir nada, como si un ladrón me hubiera robado la voz.