••Narra Derek••Si ya lo quería muerto por poner sus manos sobre Erika, ahora quería despedazado por ser el hombre que la ha dañado tanto física y emocionalmente en el pasado. Y no se lo iba a dejar fácil, tenía que sufrir y me aseguraría de eso. El hombre ya no se movía, estaba inconsciente, con el rostro más manchado de rojo que de su color natural. Respiré profundo, sintiendo que el aire que pasaba por mis pulmones estaba envuelto en llamas. Resoplé y me fijé en mis nudillos cubiertos de sangre. El olor a hierro era fuerte. No quería tocar a Erika con las manos en este estado, pero tenía que hacerlo, no podía dejarla en el suelo. Estiré las piernas y caminé hacia ella, acuclillándome frente a la mujer que me robó el corazón. Seguía sin mirarme, concentrada en su mano. ―Erika ―susurré con cuidado, pero no me respondió―. Erika. Fui subiendo el tono de voz un poco cada vez que la llamaba, pero ni así lograba tener su atención. Estaba completamente ida.No tuve más opción que p
••Narra Derek••Se negaba a soltarme. Tuve que bajar con ella en mis brazos. Carla nos recibió en la puerta con una sonrisa que rápidamente se transformó en preocupación. Se acercó a toda prisa a nosotros y no dudó en darme un manotazo en el brazo. ―¿Ahora que le hiciste? La miré con el ceño fruncido. ―¡Yo no le hice nada! ―¿Ah, no? Perdón, la costumbre ―Se rascó la cabeza, mirando a Erika. ―Carla, por favor, dile a la cocinera que prepare un té para los nervios ―dije, sintiendo como Erika hundía cada vez más su rostro en la zona que une mi cuello con el hombro. A este paso, iba a terminar traspasando mi cuerpo. Estaba intentando ocultar su rostro con la chaqueta. No quería ser vista de esa manera. Me fijé en la cantidad de empleados que pasaban junto a nosotros, fingiendo no estar interesados en la situación. Este no era un buen lugar para ella.―Enseguida ―Y desapareció de mi vista. Caminé con ella en mis brazos hasta llevarla a la habitación. Logré colocar la parte poster
No tuve que esperar mucho para que Erika se quedará dormida, en menos de diez minutos la pastilla hizo su efecto y se encontraba de lado, respirando lentamente, con su cabello cubriendo parte de su rostro. Tuve que bajarme de la cama lentamente. ¿Por qué? Porque quise, ya que Erika no se iba a despertar por eso. La arrope hasta los hombros y la contemplé durante un breve segundo, observando lo que habían hecho con mi mujer, en quien la habían convertido, como la habían reprimido. Había cambiado mucho desde nuestra etapa universitaria y aún así la amaba, pero no era ciego, parte de su personalidad se debe a las experiencias y maltrato a las que estuvo expuesta esta última década. La amaba tal cual era y pensé que lograría odiarla porque ya no era la misma mujer de la que me enamoré en el pasado, pero no fue así, seguía sintiendo lo mismo. Sé que en el momento que sane, su personalidad cambiará y yo sentiré lo mismo por ella, por eso, no tengo miedo que cambie, siempre y cuando mejor
••Narra Erika••―¡Erika, despierta! ―gritó Derek. Era su voz―. ¡Auxilio! Abrí los ojos con prisa al escuchar los gritos desesperados de Derek, estaba pidiendo ayuda. Me levanté de la cama como un relámpago, sintiendo un ambiente cargado a mi alrededor, como si fuera artificial pero tan real. ―¡Erika! ―Los gritos continuaban. Jamás había escuchado d Derek gritar de esa forma. No eran a sus gritos de ira a los que estaba acostumbrada. Eran de miedo puro y crudo.La voz se escuchaba que venía de su Vestier. ―¡Derek! ―Corrí a por él, entrando de golpe a la habitación. Un líquido caliente mojó mis pies descalzos y terminé resbalando sin poder agarrarme de nada. Terminé en el piso, con el líquido escurridizo bañando mis, piernas, mis brazos y parte del camisón. Moví las manos en el charco, que había comenzando a tornarse rojo. El olor a hierro invadió mis cosas nasales. Era sangre. Las palabras murieron en mi garganta, no pude decir nada, como si un ladrón me hubiera robado la voz.
Un día. Pasó un simple día y yo sentí que fue una eternidad. Nos encontrábamos cenando, llenando el silencio con los sonidos de los cubiertos.No me atreví a contarle mi pesadilla. No tenía que preocuparlo demás por temas que no se pueden solucionar. Desde que asumió su papel como mi esposo, le he traído más problemas que beneficios. Su vida antes de atarla a la mía, se había basado en desflorar herederas y amasar fortunas. Y gracias a mí, nuestro entorno se había convertido en caos, matones, visitas recurrentes al hospital, peleas y problemas. Tuve que aceptar que me pusiera dos guardaespaldas cuando tenga que salir de la mansión. Aunque me dejó claro que preferiría que no lo hiciera. Pero mi reposo vence mañana, tengo que volver a la oficina. ―No te tienes que preocupar por ese hombre, ya no puede lastimarte ―declaró Derek, respondiendo la pregunta que no me atrevía a hacer. Sabía que Derek tenía a Divarios en alguna parte, pero no estaba al tanto de donde ni qué le estaría ha
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad