Entramos al salón agarrados de la mano, ambos teníamos una sonrisa inmensa, mirándonos enamorados, Marcus levantaba mi mano y la acercaba a sus labios para besarla.
Podía sentir las miradas de esas mujeres que me envidiaban, por tenerlo a mi lado. La atención que me daba era digna de una reina de una diosa y eso me sentía, Marcus me estaba idolatrando y yo me dejaba consentir por él, por el hombre que amo.
“Marcus, hijo que gusto verte” dijo un señor de edad avanzada, que se acercó y extendió su mano para saludar a Marcus.
“Sr Méndez que gusto saludarle, no esperaba verlo por aquí” dijo Marcus un poco desconcertado por la presencia esa persona.
“Hijo, sabes que no me gusta mucho venir a estas reuniones, pero mi hija quiso asistir, ya sabes cómo es ella y me pareció una buena oportunida