En ese momento, solo quería que él se fuera. Cerré los ojos con fuerza, sin poder evitar romper en llanto. Sentía mis manos temblar sobre mis piernas y el cuerpo completamente paralizado por el miedo. El ambiente en el baño se volvía cada vez más denso, sofocante, como si el aire se espesara con cada palabra de Jhon.
Fue entonces cuando la puerta del baño se abrió de golpe.
—¡¿Qué le estás haciendo?! —gritó alguien con voz potente.
Reconocí la voz de inmediato. Era el señor Mathew. Mi respiración se detuvo un instante, como si mi corazón hubiera olvidado cómo latir.
—Solo hablo con ella, Mathew —respondió Jhon con una sonrisa burlona. Se acercó a mí de nuevo y me tomó de la muñeca con fuerza—. Levántate. Nos vamos.
Al sentir su agarre brusco, solté un quejido. El dolor me hizo negar con la cabeza con desesperación.
—Déjame en paz —susurré, apenas audible.
Mathew no dudó ni un segundo. Se lanzó hacia Jhon y lo tomó por la camisa, empujándolo con fuerza contra la pared.
—¿Qué mierdas le