Leander.
Conocemos su miedo, sus dudas, ya nada puede escaparse de nosotros. Y la idea de tener cachorros con ella ha despertado una nueva necesidad en nosotros, pero sé que debemos ser precavidos ya que el futuro es incierto.
Ahora estamos aquí, con la luna alumbrándonos a las orillas del rio, con Dania en medio de mis piernas, de espalda, mientras sostiene con ambos brazos su vestido a la altura de su abdomen. Puedo sentir en carne y hueso su respiración agitada, lo caliente que está mientras mi mano derecha sostiene mi camisa mojada de agua y la izquierda se escurre por su abdomen, dándole un masaje vertical.
Apenas mi mano derecha se mueve hacia su intimidad para limpiar el semen y sus jugos, ella aprieta las piernas mientras su espalda se aquea. Y demonios. No podemos creer que sea tan sensible. Amo que así sea. No tardo nada en volver a sentirme demasiado duro.
El olor de su sexo, sus hormonas, hacen que Near se mantenga casi a flote, adicto a su olor. Él tiene razón. No sé cómo