Capítulo 33.

Emma mantenía un irritado semblante en el rostro cuando rodó el precioso Maserati hasta el segundo cajón de estacionamiento al que tenía derecho por el alquiler del departamento en que vivía.

Tomó el ascensor en lugar de las escaleras cómo hacía siempre y al salir de este se dio de bruces contra un hombre.

—Disculpe.

Emma esbozó una fugaz sonrisa e intentó pasar por un lado del caballero.

—Los relatos de su belleza no fueron para nada exagerados.

Al detectar en él un acento californiano con la pronunciación rótica evidentemente prolongada de la letra a, Emma clavó los ojos en el extraño.

—Señorita Henderson, ¿verdad?

—¿Sí?

—Michael Wagner. —Le tendió la mano.

El padre de Paul. El cual era rubio donde su hijo era oscuro, su cabello era una mezcla de dorado trigo y plata, sus ojos eran marrones. Las líneas de su rostro eran bellas pero duras, con la textura del mármol desgastado.

Emma le estrechó la mano con cordialidad.

—Espero que no la moleste mi presencia en su ciudad —c
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