65: Como un buen padre.
Fabiola siente cómo el alma vuelve a su cuerpo cuando recibe una llamada del teléfono de su piloto favorito.
—¿A-mor?
—Mi vida… —apenas puede articular Diego por la conmoción.
—Di-Diego… Te amo… Lo siento. Lo siento por dudar de ti, mi amor, ¿en dónde estás? Iré a verte… Diego… ¿En dónde has estado?
El corazón de Diego se oprime por el dolor y la desesperación en su voz.
—Estoy… Bien… Me… Me mantuvieron secuestrado —dice la verdad, con el corazón en la mano porque sabe que esto la pondrá peor, pero no puede decirle una mentira—. Mi vida, pero… No, amor… No llores más, por favor, bebé. Estoy bien… Estoy en un hospital… Todo estará bien… En cuanto me recupere te aseguro que…
—No. No. No —lo interrumpe, angustiada—. Iré a verte. ¿En qué hospital estás? Mi padre y yo vamos rumbo al aeropuerto. Dime en dónde estás.
—Fabiola…
—Diego, basta. No me hagas esto. No puedes decirme algo como eso y pretender que voy a quedarme tranquila en casa porque no lo haré. Por favor… Necesito verte. Me duel