Al día siguiente, dejo mi bolso en mi escritorio y camino hacia la oficina de Jason. Entro sin llamar, ya que Jason no está. Está abajo hablando con el jefe de marketing de la empresa. Coloco su café en su escritorio y voy a las estanterías para recuperar un archivo que me pidió que trabajara esta mañana.

Tengo dificultades para alcanzar dónde se guarda el archivo. Estoy a punto de darme la vuelta y buscar una silla que me ayude cuando alguien agarra mi cintura y me levanta del suelo.

—Hola, Jason—, digo, mirando hacia abajo.

—Agárralo rápido; no eres ligera como una pluma—, dice Jason, fingiendo que peso una tonelada. Sé que no soy ligera, pero no peso mucho.

—No te pedí que me llevaras—, digo, agarrando el archivo de la estantería superior.

—Lo sé, pero tenía ganas de tener tu trasero en mi cara hoy—, dice Jason, besando la curva de mi trasero antes de bajarme al suelo.

—No estás hablando en serio—, digo, riendo, dándome la vuelta para enfrentarlo.

—Oh, sí lo estoy, amor—, dice Jaso