Regreso a mi escritorio y cuento lentamente hasta diez. “Mamá, Daisy y yo no hemos hecho pública nuestra relación. No puedes venir aquí sin más. Daisy es profesional. Yo soy profesional”.
Mamá me mira con dulzura, comprensión y total condescendencia. “Así que, como tu padre”, suspira, y se me encoge el corazón. “También me protegió en la oficina. No te preocupes. Tu secreto está a salvo conmigo. No voy a decir ni una palabra. Pasé a ver si Daisy quería ir a almorzar”.
Me hundo en mi silla y miro fijamente a mi madre. ‘‘Mamá, ¿no crees que el hecho de que Daisy salga contigo a almorzar va a suscitar algunas preguntas?
Mi madre arruga la nariz. “Puede que tengas razón. Sin embargo, quería ver si Daisy podía ayudar con la Fundación Williams. Después de todo, es una oficial de comunicaciones de primera clase”.
Gimo y me paso una mano por la cara. ‘‘Daisy trabaja para mí, mamá.
‘‘Lo sé, querida. Pero puede que le interese. Después de todo, prácticamente es de la familia.
‘‘Mamá, solo lleva