‘‘Dalo por hecho. Y, Collin, me alegro por ti.
"¿Que no es?-"
"Oye, ¿recuerdas que me estás hablando a mí? Está bien que te guste".
‘‘Ese no es nuestro acuerdo. ‘‘Me muerdo la mejilla cuando me doy cuenta de lo que acabo de decir.
Se hace el silencio al otro lado de la línea. “No tiene por qué ser todo o nada, amigo mío”.
‘‘Tal vez no, pero es como ella lo quiere, ¿y quién soy yo para discutirlo?
“¿Pero quieres más?”
“La verdad es que no lo sé. Soy muy terco, prefiero la soledad y, al parecer, soy terrible en las relaciones, según todas las mujeres con las que he salido. No estoy dispuesto a perder su amistad. Me niego a correr ese riesgo”.
“¿Has pensado que, hasta ahora, no has conocido a la mujer adecuada? ¿Quieres mi consejo?”
“Siempre”, digo.
Un suspiro triste llega por teléfono. “No lo pienses demasiado. Déjate llevar. La vida puede sorprenderte. Recuerda, no te arrepientas”.
"Bueno."
‘‘¿De acuerdo? ¿Estás de acuerdo conmigo, Collin Williams? Eso tiene que ser una novedad. No, ta