Capítulo 4: ¡Piedad!

―El jefe se va a decepcionar mucho al verla. ―Donald ladeó la sonrisa. ―Lo respeto, pero cuando vea quién fue capaz de entrar a su casa y robarle lucirá como un tonto. ―Gordon evitó reír. ―Venga ya, sabes que es verdad. ―Carcajeó por la mirada de advertencia de su amigo. ―Mírala, se ve tan indefensa, dulce y miserable. ―Gordon miró por el retrovisor, no sabe lo que pasó con la chica, pero sea lo que fuera, ella realmente está sufriendo y mucho.

―Señor. ―Archie se acercó a su jefe. ―Gordon ha llamado, vienen de vuelta con la chica. ―Alastahir sintió placer al escuchar esa noticia. ―¿Desea que prepare algo? ―Alastahir negó, lo único que quiere es tener a esa mujer que lo humilló robándole en sus narices aprovechándose que él era incapaz de detenerla.

―Haz la llamada, quiero que Bernard esté al tanto, deseo que él personalmente haga pagar a esa mujer. ―Archie asintió y se retiró para llamar al jefe de la policía de la ciudad, sin duda su jefe está muy molesto y no tendrá piedad.

Alastahir se desesperó, para él los minutos son eternos y no se siente capaz de esperar tanto para conocer a la descarada mujer que fue capaz de robarle algo tan importante y costoso. Sin duda las personas son tan estúpidas como él las considera, ¿Cómo robar una joya que no puede vender y de hacerlo sería encontrada con facilidad?

―Señor. ―Alastahir giró la silla de ruedas para mirar a sus hombres y finalmente conocer a la mujer, pero su asombro fue evidente al verla dormida en los brazos de Gordon, si bien la quería ver desmayada, era por sus torturas.

―¿Qué le han hecho? ―Atacó de inmediato. ―Dije que la trajeran sana y salva.

―Y lo hemos hecho, señor. ―Respondió Gordon. ―Cuando la encontramos estaba en muy mal estado y no pasó ni un minuto cuando se desmayó. ―Pasó saliva. ―La chica tiene fiebre muy alta y no se ve nada bien. ―Alastahir detalló en la chica, está empapada, tiene ojeras grandes y muy oscuras, puede jurar que esa chica está más delgada que hace tres días.

―Señor, si me permite. ―Archie sintió lástima por la chica. ―Le pido que me deje tratarla. ―Lo miró a la cara y el gesto duro que recibió lo intimidó, pero aun así prosiguió. ―Ella no se ve bien, estando en esa condición ella poco caso le hará a su furia. ―Miró a la chica. ―¿No cree que estando mejor, ella le temerá como usted lo desea? ―Alastahir miró el rostro angelical de la pelirroja y se debatió, pero no se permitió flaquear.

―Quiero que la despierten ya. ―Ordenó pasando de la petición de su asistente. ―Vamos, tírala al piso si es posible. ―Gordon miró a Donald y como siempre su amigo se encogió de hombros dispuesto a seguir órdenes.

―Señor, traté de despertarla en cuanto llegamos, pero ella lo único que hace es delirar. ―Gordon se negó. ―Por favor, tome en consideración la petición de Archie, ella no puede ni mantenerse en pie y…

―¡Despierta! ―Alastahir tiró del brazo frío y pálido de Freya y obligó a Gordon a soltarla. Freya se quejó al caer en el piso, el golpe logró despertarla, pero el malestar aumentó considerablemente.

―Dios. ―Susurró intentando ponerse en pie, pero no le resultó, ella trató de enfocar la mirada, pero no veía más que cosas borrosas y cuando finalmente se centró en la persona sentada frente a ella suspiró cansadamente. Siente que conoce esos ojos azules y duros.

―Ayuda… ―El susurro logró salir de sus labios, pero inmediatamente se desmayó por la debilidad de su cuerpo. Alastahir se tensó al escuchar esa voz tan dulce y sin fuerza.

―Señor, considero que mi opción es la más prudente. ―Archie dio un paso al frente. ―Puedo llevarla a la casa de las sirvientas para que no esté aquí en la mansión. ―Alastahir quien aún no salía de su shock por esa voz melodiosa, asintió por inercia. ―Gracias, señor. Gordon. ―El aludido tomó a Freya en brazos y siguió a Archie.

―Tienes unas pelotas del tamaño del planeta. ―Lo felicitó. ―Algo me dice que esta chica no es la vil ladrona que el jefe piensa.

―Solo hay que mirar su estado. ―Suspiró. ―La sirvienta dejó la puerta abierta, todos lo vimos en las cámaras, ella simplemente vio una oportunidad y la aprovechó. ―Al llegar, Gordon entró a la habitación y colocó a Freya sobre la cómoda cama con delicadeza.

―Tiene mucha fiebre, creo que por eso se ha desmayado. ―Archie contrajo el gesto con lástima.

―Parece hambrienta y esa ropa sucia no se la ha quitado en días. ―Se encaminó al baño. ―Pondré agua caliente para darle un baño, yo puedo desde aquí. ―Gordon asintió y se marchó, dejándolo solo con su trabajo. ―Hay mi niña, no pudiste robarle a alguien más equivocado que al Lord Alastahir Archibald. —Se lamentó. —Si crees que la calle es dura. ―Negó desvistiéndola. ―Estar frente a ese hombre por un minuto te llevará a otra conclusión. ―Una vez la tina estuvo llena, Archie la tomó en brazos sin problemas y la llevó al baño para asearla.

―Mmmm. ―Freya gimió al sentir el agua tibia, no está consiente, pero su cuerpo se siente aliviado. ―Papi… ―Susurró tratando de abrir los ojos.

―Tranquila, niña. ―Archie limpió su cara con delicadeza. ―No puedo decirte que estés a salvo, pero te ayudaré a que te sientas mejor. ―Sonrió al ver esos enormes ojos verdes sin brillos. ―Yo me encargaré de que mejores. ―Freya volvió a cerrar los ojos, realmente no estaba despierta.

―Archie. ―Una de las sirvientas llegó con una cacerola con comida y medicamentos. ―El jefe se puso como loco cuando supo que le estábamos cocinando a la ladrona. ―Archie la miró con severidad. ―¿Qué? Ella entró a robar en la mansión, digo lo que es.

―¿Qué ves cuando la miras? ―Archie se apartó de Freya y con ello de la cama. ―Dime Dianela, ¿Qué ves? ―La mujer permaneció callada. ―Yo veo una chica que está sufriendo mucho, veo una pobrecilla muchacha que llora y se queja aun estando dormida, yo veo a una criatura desdichada que actuó incorrectamente con la persona equivocada.

―Ay, Archie. ―Gimió la mujer sintiéndose culpable. ―Si lo pones así hasta lástima me da la muchacha. ―Archie asintió.

―No quiero estar presente cuando el jefe la haga sentir el ser más miserable de la tierra para después enviarla a la cárcel a sufrir. ―Negó. ―Yo la alimentaré y le daré los medicamentos. Si el jefe te pregunta sobre su estado, dile que estoy haciendo lo posible para que esté en pie y en forma. ―Dianela le dio una última mirada a Freya y salió del lugar, no debe tardar más de la cuenta o el jefe lo tomará con ella.

Alastahir se impacientó por tanta espera, han pasado horas y esa ladrona no ha hecho más que recibir el buen trato de su personal como si fuera alguien de importancia. No le apetece que la estén tratando de esa manera, pero el saber que necesita mirarla a la cara, mientras la llena de terror, lo tranquilizó. Así como ella lo miró a los ojos mientras le robaba, él necesita mirar los suyos mientras le hace ver su suerte.

―Señor. ―Archie entró a la sala con Freya caminando a su lado. ―Aquí está la chica. ―Archie la miró con pena, no poder hacer nada por ella después de saber que pasó días por las calles con frío y hambre lo mata, pero es su trabajo y se debe limitar a ello.

―Acércate. ―Freya se tensó al escuchar esa voz profunda. ―¡He dicho que te acerques! ―Verla temblar de esa manera le agradó a Alastahir, crear miedo en los demás es lo que más disfruta. ―Supongo que te acuerdas de mí. ―Freya no lo miró, no tiene el valor para hacerlo. ―¡Mírame cuando te hablo, mujer! ―Ordenó en un áspero gruñido.

―Yo… yo lo siento. ―Sollozó avergonzada y temerosa. ―Yo vi la puerta abierta y simplemente entré. ―Alastahir miró a Archie, nadie le dijo que la puerta estaba abierta.

―No mientas. ―Le advirtió.

―Se lo juro. ―Gimió aún con la mirada hacia el piso. ―Por favor, perdóneme, yo no soy así, estaba desesperada y cometí ese error, no me haga sentir peor por haberle robado a un hombre en sillas de ruedas. ―La mirada inocente de Freya y sus palabras fueron un detonante para Alastahir, su corazón aceleró como nunca antes lo había hecho y todo él quedó perdido, no sabe si de la rabia o de la impresión por tanta belleza en inocencia.

―¿Crees que mi furia es por qué me robaste y yo no pude hacer nada? ―Dijo justo lo que sentía. ―No me hagas reír, ladrona. ―A Freya le dolió ese apelativo. ―Robaste una joya que le pertenece a mi familia desde los años 1700. ―El corazón de Freya dejó de latir, es la misma información que le dio el joyero. ―Tuviste en tus asquerosas manos una invaluable posesión y ahora pagarás tu atrevimiento.

―Por favor… ―Freya rogó, no tiene fuerzas. ―La piedra está a salvo con usted, por favor… perdóname y no me haga daño, se lo suplico. ―Las lágrimas de la mujer no hicieron más que fascinarlo y entonces algo cruzó su mente.

―Entraste a mi casa. ―Freya apretó sus manos una con la otra, aquel tono frío y carente de cualquier emoción, la aterró. ―Subiste a mi habitación, la registraste y te llevaste lo más valioso que había…

―Yo no sabía que era tan costosa. ―Lo cortó desesperada por explicarse. ―Yo solo quería algo para com…

―¡Me miraste a los ojos y me robaste! ―Gritó callándola. ―Huiste con la joya e intentaste venderla, después te traen aquí y te tratan como a una reina. ―Ladeó la sonrisa tensando más a Freya que ya casi no podía ni respirar por la mirada y el tono tranquilo y perturbador. ―Te alimentaron con mi comida, te vistieron con las ropas de mis empleadas, te dieron los medicamentos que compré con mi dinero aun cuando entraste a mi casa y te llevaste lo más valioso que había en ella. ―La miró a los ojos. ―¿Qué debería hacer contigo?

―Por favor… ―Freya se arrodilló ante él. ―Fue un error, prometo devolver la ropa y pagar lo que hoy han hecho conmigo. ―Freya intentó tomar sus manos, pero Alastahir las quitó tan rápido que solamente se dio un roce entre los dos, un roce que pareció electricidad para Alastahir.

―Sé mi esposa. ―Soltó dejando a Archie y a Freya atónitos. ―Cásate conmigo y dame un heredero, es la única manera de salir bien librada de esto. ―Freya fue incapaz de reaccionar, ¿Qué le está pidiendo ese hombre que ni siquiera la conoce?

―No. ―dijo finalmente tras varios intentos por formular una palabra. ―Yo… yo no puedo casarme con usted. ―Lo miró por completo, pensando en que no lo conocía de nada, pero para Alastahir esa mirada fue de desprecio y eso le dolió, ¿Cómo es posible que ni aun así pueda él encontrar a una mujer que le dé un heredero y termine con su soledad?

―Irás a la cárcel por ladrona. ―Miró a Archie. ―Llama a Bernard, dile que puede venir a buscarla.

―No, por favor… ―Freya intentó detenerlo, pero Alastahir la alejó de él de un empujón que la dejó caer con fuerza al piso. ―Se lo suplico, a la cárcel no… ―Le imploró siguiéndolo, gateando. ―Tenga piedad… se lo imploro. ―Alastahir no la escuchó, ni siquiera por el quejido de dolor que soltó al pasarle la rueda por los dedos de la mano, la rabia por saber que todas las mujeres lo desprecian por estar en esa maldit4 condición endureció más su corazón.

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