Se acercó muy rápidamente a Alejandro en unos pocos pasos, lo miró desde arriba con desdén en su pálido rostro.
—¡Alejandro, tú... debes... morir! —dijo Diego de repente.
Al instante, Diego se inclinó hacia adelante y derribó a Alejandro de la silla.
Ambos cayeron pesadamente al suelo, Aarón exclamó muy sorprendido: —¡Diego! ¡Ten mucho cuidado!
Alejandro sufrió un fuerte golpe en la espalda, sus órganos internos se sacudieron de inmediato.
De repente, vio un destello frío frente a sus ojos.
Diego lo miró con enorme ferocidad, sosteniendo en lo alto de su mano un afilado puñal en forma de cruz, apuntando hacia sus oscuros iris, como si estuviera a punto de infligirle un cruel castigo divino.
—¡Diego, no lo hagas! —Aarón estaba en pánico, gritando en voz alta.
Entendía completamente los sentimientos de Diego. Aunque también odiaba enormemente a Alejandro por su crueldad y por haberle quitado la virginidad a Clara, si Diego realmente le hacía daño a Alejandro, no solo se vería envuelto en