El corazón de Clara dio un vuelco total, su mano tembló y el marco de la foto cayó al suelo, rompiéndose totalmente en pedazos. Los fragmentos de vidrio salpicaron su delicado tobillo, cortándolo levemente y haciendo que brotaran unas cuantas gotas de sangre.
—¿Qué haces aquí? —la voz profunda y magnética de Alejandro sonó detrás de ella, enviando fuerte escalofríos por su delgada espalda.
Clara no se volteó, simplemente le respondió con frialdad: —Lo siento por la molestia, me iré enseguida.
Alejandro observó su figura menuda, envuelta en su camisa, bajo la suave luz, y se dejó llevar por esa inmensa tentación de abrazarla y protegerla. Su garganta rodó incómodamente, y una sequedad insoportable le llenó la boca.
Había despertado de su sueño profundamente perturbado, empapado en sudor. La buscó a su lado instintivamente, solo para encontrar un triste vacío, Clara se había ido. Pero notó que su ropa aún seguía en el suelo, e incluso sus tacones, así que supuso que ella seguía en cualqu